Neil Gaiman, autor de novelas como ‘El hombre de arena’ o ‘Coraline’, comentó: “No podría volver a ser un ángel… La inocencia, una ver perdida, no se puede recuperar”. El cineasta suizo Edward Berger decidió en 2014 debutar como director de un largometraje tras haber estado varios años en la producción de cortometrajes y capítulos de series de televisión como ‘El lugar del crimen’ o telefilmes. Y ha empezado fuerte con ‘Jack’, que pasó por la 64 edición de la Berlinale donde ya se vio una desgarradora historia real.
Jack sólo tiene diez años pero la vida le ha hecho madurar en tiempo récord. Desde que llega la mañana, el niño se ocupa de su hermano pequeño, Manuel, hace las labores del hogar, va al colegio, cocina y se ocupa de las demás tareas. La madre de los dos es una mujer que, aunque quiera mucho a sus hijos, entre su trabajo y su vida personal apenas se ocupa de los pequeños. El frágil equilibrio familiar se rompe cuando Jack, accidentalmente, le quema las piernas a Manuel con agua caliente. Es entonces cuando Servicios Sociales entra en acción y el niño es recluido en un centro de menores.
Pero para Jack, que deseaba integrarse para salir rápido y reencontrarse con su madre y hermano, resulta imposible la convivencia por los abusos de uno de los mayores. Entonces, huye y se reúne con su hermano pequeño. Sin embargo, su madre ha desaparecido completamente, dejando a los dos niños en la calle, donde deberán buscar la manera de sobrevivir en un ambiente hostil.
Berger, junto con la guionista Nele Mueller-Stöfen, ha elaborado una película que puede considerarse un canto desgarrador de una infancia rota. No lo hace con dramatismo exagerados, ni con toque de melodrama, no, sino con una crudeza directa, en las que Ivo Pietzcker (Jack) sólo piensa en sobrevivir con su hermano pequeño, en reencontrarse con esa madre que los ha abandonado. Una reacción horriblemente real, que ocurre en la sociedad occidental de hoy.
‘Jack’ guarda relación con el mejor cine social europeo, aquél que sabe combinar denuncia social con arte cinematográfico. Es imposible no acordarse de la filmografía de los Hermanos Dardenne y películas suyas como ‘El niño’ o ‘El niño de la bicicleta’. Pero Berger configura la cinta enfocada exclusivamente en la infancia, aquí los adultos brillan por la ausencia de su responsabilidad, en una Alemania que presume de ser ejemplo de sociedad avanzada europea. Esa forma de adentrarse en esta infancia perdida y abandonada recuerda a ese desgarrador relato que Hirokazu Kore-eda trajo en 2004, ‘Nadie sabe’. Manteniendo las distancias, tiene relación también con ‘La tumba de las luciérnagas’ de Isao Takahata en esa fuerte crítica a la sociedad y su pasividad e inacción ante este tipo de situaciones.
Esta propuesta no da concesiones al público, la esperanza sólo se muestra en el final del último acto, cuando Jack muestra que ya no es un niño, sino un hombre que ha maduro prematuramente. Toda una muestra de entereza que arranca un aplauso a caballo entre la indignación y el respeto por esos dos niños que no dejan que lo salvaje de la sociedad les trague.
‘Jack’ es una llamada de atención a una sociedad que está ensimismada y que ha olvidado a la infancia, a la ayuda de los niños, los más desfavorecidos en este sistema. Y lo hace de manera directa, sin moralismo, ni melodramas fáciles para hacer llorar al espectador. Es un relato crudo, de esos que quedan grabados en la mente. Una de las propuestas cinematográficas más intensas de este año.
4 / 5