Joe Carnahan supo salir del bache de Smokin’ Aces, aquella película mediocre que parecía salida de aquella terrible hornada de posTarantinos que nos invadió hace años y de las que muy pocas se salvan, casi ni las de Guy Ritchie.
El director nos dejó boquiabiertos con el mejor blockbuster del año pasado y un clásico ya del nuevo cine de acción: El Equipo A. Sin arrasar en la taquilla, la película supuso un valiente y firme impulso en la carrera -y probablemente en la autoestima- de Carnahan, que decidió volver a contar con Liam Neeson, cada vez más cómodo en esta onda -véase la sobresaliente Taken o la citada adaptación televisiva-, para protagonizar este vibrante y aterrador survivor.
Pero hay algo en Infierno Blanco (The Grey) que la hace distinta a todas las demás cintas de aventuras y/o supervivencia: The Grey es una película de terror. La historia del film, narrada durante los primeros minutos en off por el desesperado personaje de Neeson -cosas del pasado, ya sabes-, nos sitúa en Alaska y nos presenta a un equipo de trabajadores de una empresa petrolífera. Como la voz nos cuenta, todo son delincuentes, miserables y, como mínimo, gilipollas. Cuando el avión que los lleva de permiso se estrella en medio de la nieve, los pocos supervivientes que quedan se las tendrán que ver con una manada de lobos que mete más miedo que Michael Myers o Jason Voorhees.
The Grey es cine de autor, es cine minimalista y cine de aventuras y grandes paisajes, cuando la ventisca lo permite. Pero también es la cinta menos complaciente con el espectador que hayamos visto en mucho tiempo. En el infierno blanco no hay piedad con los personajes ni tampoco para el patio de butacas, que asiste tan impotente como los propios personajes a la cacería humana que lleva a cabo una manada de lobos salvajes made in Gregory Nicotero, que sigue participando en todas las películas que nos vuelven locos, menudo ojo.
Más cerca de Tiburón que de la última de Peter Weir, más parecida a un torture porn que a ¡Viven!, es la experiencia más extrema que presentará una major en mucho tiempo.
Es pequeña y es de autor, pero no dejarás de pensar en ella mientras su recuerdo te tortura pasados los días. Es enorme.