Ya lo dijo el historiador romano Tito Livio: “El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”. Ventura Pons vuelve a la ficción con ‘El virus del miedo’, una adaptación al cine de la celebrada obra de teatro ‘El principio de Arquímedes’ de Josep Maria Miró, que ganó el premio Born de teatro en 2011 y que ha sido muy aplaudida en su paso por la ciudad condal y Madrid.
Jordi es monitor de un grupo de natación infantil de un polideportivo municipal. Es muy querido por sus alumnos por ser enrollado y amable. Le apasiona su trabajo. Sin embargo, tras un malentendido surge una gran duda sobre su profesionalidad y sobre algo mucho más grave: Una niña del grupo de natación afirma haberle visto dándole un beso en los labios a uno de sus alumnos. Esas horribles sospechas caen sobre él, que ve cómo su mundo se desmorona. La directora del polideportivo, Anna, le exige explicaciones y las versiones no cuadran. ¿Puede un malentendido arruinar la vida de alguien?
Ventura Pons ya no es el aclamado director de antaño. Títulos como ‘Anita no pierde el tren’, ‘Morir (o no)’ o ‘Caricias’ han quedado en el pasado. El cineasta lleva títulos fallidos como ‘A la deriva’, ‘Mil cretinos’ o ‘Año de Gracia’. Tras experimentos como el estupendo telefilme ‘Una merienda en Ginebra’ y el correcto documental ‘Ignasi M.’, Pons lanza una película que va a cuestas entre lo excelente y lo suficiente, dejando una película con varios clarosocuros.
Los puntos buenos de esta propuesta son sus personajes, los actores, la trama y la dirección de los intérpretes. Ese ambiente teatral se mantiene en las situaciones, atrapa al protagonista y, con ello, al público. Se percibe esa tensa atmósfera que resalta cómo una calumnia puede destrozar el honor de un inocente. Todo ello es trasmitido magníficamente por sus actores. Rubén de Eguía se desnuda emocional y literalmente, poniendo en evidencia cómo el miedo a que los hijos sean atacados, ese miedo a que un pedófilo se aproveche de un inocente se convierte en una peligrosa paranoia. Junto a él está una excelente Roser Batalla, que tiene la difícil labor de actuar ante tales situaciones. Ella es una accidentada fiscal y juez de los hechos, sus decisiones son dilemas que cualquier en su situación tendría.
Y ahí reside la principal virtud que hace que ‘El virus del miedo’ no sea mala película: En que su mensaje llega rápidamente. Se vive en un mundo donde hay riesgos de que se aprovechen de los más pequeños, cierto, pero también ese temor ha provocado que las relaciones entre adulto y niños se conviertan en puntos de miras constantes, sobre todo si el adulto es un hombre. Con lo cual, esta propuesta saca a relucir las peores caras de la protección a la infancia. Lo hace de forma directa, austera y sin florituras.
Sin embargo, el gran pero que hace que ‘El virus del miedo’ no esté a la altura de la estupenda obra de teatro y de películas contemporáneas como la danesa ‘La caza’ es una irregular adaptación del guión al cine y un montaje, que le ha ido muy a la contra. El metraje es de 75 minutos, todo transcurre en un día. Dicho lo cual, ¿por qué repetir constantemente los diálogos para mostrar diferentes enfoques? Queda claro que al repetir la escena con otra mirada, se está aportando otro punto de vista, en estos casos es mejor dejar caer eso en el lenguaje no verbal. El que se recalque que se está ante un malentendido que, de haber tanta paranoia parental, se habría solucionado con facilidad hace que las evidencias lo sean demasiado.
Pese a ello, ‘El virus del miedo’ es una correcta adaptación que, aunque hubiera podido dar más de sí, consigue que su mensaje llegue al público y que provoque un debate posterior. Además, las magistrales interpretaciones hacen que su visionado merezca la pena.
Tráiler de El virus del miedo
3.5 / 5