Hace tiempo que mostré mi recelo ante los proyectos tipo #littlesecretfilm, ya que bastantes limitaciones tiene el cine de bajo presupuesto como para que, además, tengas prisa a la hora de rodar. Círculo Interno, el nuevo ejercicio de la última propuesta del canal y primera película de los talentosos e inquietos John Tones y Noel Ceballos, tiene defectos y virtudes.
Que las segundas sean tan esperanzadoras logran que los primeros terminen en el olvido. La música de Van Delay (Paco Alcázar) es un asunto importante aquí. Sintetizadores de aires viejos y buenos y una ambientación de suspense de oro del siglo pasado sirven en bandeja el plato.
Las limitaciones generales de un proyecto como Círculo Interno son las principales culpables a la hora de notar poco dinamismo (la secuencia con la protagonista despertando, las charlas en los distintos sillones de la casa) y alguna interpretación mejorable. En el fondo, nada importante y claramente provocado por, insistimos, el manifiesto #littlesecretfilm, algún error de juventud y/o inexperiencia a la hora de llevar una cámara.
Pero ahí se acaban las malas noticias, porque todo lo que queda dentro de Círculo Interno es bueno, bonito y barato. Para empezar, Julián Génisson, un alquimista del humor (Canódromo Abandonado) que se destapa aquí como nuestra gran esperanza a la hora de encarnar el terror. De largo, la mejor interpretación de la película y un actor que no tiene ningún problema a la hora de cargar con la película en su espalda.
Y luego está la trama (que no desvelaré), de corte clásico y con tintes europeos y también norteamericanos, que van desde el giallo a las obras importantes de Ti West sin renunciar al Polanski que nos gustaba de verdad, el de La semilla del diablo o El quimérico inquilino. La estructura de la película (flashbacks dentro de flashbacks!!) y la resolución, sangrienta y llena de heridas abiertas, convierte Círculo Interno en la apuesta más fiel a lo que debería ser esta tanda de películas (para la tele, detalle que todos deben tener en cuenta) de género puro, sin miedo a tocar el terror y sin saltarse ningún código para intentar disimular un excesivo respeto a eso que nos gusta tanto: el horror.