¿Quién es Nick Cave? ¿Qué fue The Birthday Party? ¿Existe realmente el archivo personal de Nick Cave y todas sus formaciones? ¿Es Warren Ellis el personaje más molón de la industria musical? ¿Y el mejor cocinero?
Ninguna de esas preguntas tiene respuesta en 20.000 días en la tierra, el excelente documental de Iain Forsyth y Jane Pollard que surge de una idea del propio Cave durante la grabación de su (excelente) último trabajo, Push the sky away, cuando invita a los realizadores a pasar por el estudio para registrar parte del proceso.
Es entonces cuando los veteranos directores (que han trabajado con gente como David Bowie o Scott Walker) observan las enormes posibilidades de pasar una jornada con el australiano.
20.000 días en la tierra no es un documental de rock al uso. Hay actuaciones (atención a la maravillosa Jubilee Street en concierto con su coro infantil y a la lección de estudio que es Higgs Boson Blues), hay anécdotas (Nina Simone) y hay psicólogos, conversaciones espectrales con parte de su pasado y recordatorios de una vida que durante la década de los ochenta se quedó sin memorias.
La mayor parte del documental es una vacilada, eso es un hecho indiscutible. Aún así, sus visitas al ficticio archivo de Nick Cave, la confesión de su mayor miedo, perder la memoria, o las imágenes en familia viendo Scarface con dos niños que no están en edad de ver esa película, funcionan como ventana abierta a su universo privado. Aunque sea una ventana como las que pintan en las paredes los dibujos animados cuando necesitan huir.
Hay un momento en el que Cave habla de la música como algo más poderoso de la muerte. La muerte llega y arrasa con todo, pero las canciones siempre se quedan. Son inmortales. Nunca mueren. Como las malas semillas.
4 / 5