Luis Tosar está magnífico, y encabeza un reparto que no se le queda atrás, incluyendo a Luis Callejo y al jovencísimo Jaime López, en Intemperie, la adaptación llevada a cabo por Benito Zambrano, autor de Solas, de la novela neorruralista de Jesús Carrasco con ecos de Los santos inocentes y estructura de western o de road movie. Un relato un tanto superficial y maniqueo pero muy bien llevado y lleno de tensión.
Intemperie de Benito Zambrano
Si el cine español utilizara fórmulas publicitarias similares a las de Hollywood, Intemperie podría promocionarse como Los santos inocentes en clave de western. El último título de Benito Zambrano recupera el universo de una España meridional rural, atrasada, semianalfabeta y casi feudal en la que los terratenientes disponen a su antojo del trabajo y de las vidas de unos campesinos que no conciben ningún horizonte más que servir y complacer a los señores.
Western en la Andalucía profunda
Aunque el punto de partida sea el mismo que el de la obra maestra de Miguel Delibes llevada al cine por Mario Camus en 1984, Intemperie no lleva a cabo la misma radiografía social sino que desarrolla una narración en clave de género cuando el hijo de una de las familias campesinas huye del cortijo del amo.
Esta huida se convierte pronto en la columna vertebral de una película fácilmente encuadrable como road movie o como western, no solo por el paisaje desértico que domina la fotografía y el calor palpable y agobiante que se transmite durante todo el metraje, sino por su estructura y por sus personajes y su relación con el entorno. Junto al pequeño héroe fugitivo tenemos al llanero solitario, que es el trashumante sin raíces que interpreta Luis Tosar, y a los esbirros del malo; falta el sheriff corrupto en pantalla pero sí se menciona a la autoridad civil y a quien la maneja.
La película resuelve con sobrada eficacia su condición de ejercicio de estilo basado en mantener constante la tensión de la huida y postergar hasta el climax el secreto que esta esconde siguiendo sin altibajos ni caídas de ritmo los esquemas de un relato comercial. Quien enfoque el film desde este punto de vista, con Zambrano en el rol de artesano estupendo director de actores que resuelve eficazmente un encargo aportando un pequeño toque personal al hacer hincapié sobre la pincelada de retrato social que hay en el marco donde se desarrolla la historia, encontrará Intemperie muy satisfactoria, como ha ocurrido con los académicos del cine español, que la han incluido como sorpresa entre las finalistas al premio a la mejor película de este año.
No obstante, quien espere algo más puede salir decepcionado ante un relato basado en un maniqueismo muy simple. El malvado, interpretado por Luis Callejo, un actor con un físico perfecto para este tipo de personajes, tiene todos los defectos imaginables, mientras que el protagonista es un dechado de virtudes que no resiste el análisis psicológico que sí ofrecía Los santos inocentes: nos encontramos ante un veterano de guerra curtido en vagar solo por caminos poco seguros en una época de hambre que, por motivos repentinos e inexplicables, está desde el primer momento dispuesto a ejercer a todos los efectos la paternidad de un niño desconocido y a poner en riesgo su vida para protegerlo; un ángel de la guarda tan irreal y tan peliculero como su ogro antagonista. Con estos mimbres, la apariencia de cine social de la pelicula se queda en eso, en apariencia un tanto engañosa: una leve pátina para darle empaque a un relato de género que nos han contado ya muchas veces.
Podemos concluir que vista por sí sola, Intemperie es una película más que correcta, pero las comparaciones con la mencionada Los santos inocentes, y también con Solas, la opera prima con la que Zambrano deslumbró hace ya 20 años, resultan odiosas y tal vez reveladoras de como en este tiempo el mercado del cine nos ha ido llevando hacia el consumo de productos cada vez más superficiales.