Rodrigo Cortés director de Enterrado y Luces rojas vuelve a ponerse detrás de la cámara con Blackwood, una historia con muchos elementos de terror gótico protagonizada por Uma Thurman y una joven actriz revelación, AnnaSophia Robb. El planteamiento resulta muy atractivo pero la historia no termina de despegar.
Blackwood (Down a Dark Hall) de Rodrigo Cortés
Rodrigo Cortés es un buen indicador de lo inestable y azarosa que puede ser la carrera de un cineasta en la actualidad. Tras llamar la atención en 2010 con el ejercicio de estilo Enterrado y lograr que se le abrieran las puertas de Hollywood con Luces rojas en 2012, han transcurrido 6 años hasta que ha conseguido levantar su siguiente largometraje, con el que pretende consolidarse como uno de los nombres del nuevo cine fantástico. Para ello ha querido jugar sobre seguro adaptando una novela de la autora de Sé lo que hicisteis el último verano, uno de los grandes éxitos del terror adolescente de los 90, bajo la producción de la escritora de la saga Crepúsculo, recuperando a la gran Uma Thurman y recurriendo a uno de los escenarios clásicos del género, como es la residencia femenina encantada, pero, tal como marcan los tiempos, apartándose de clichés sexistas y dando un rol activo, y no de víctima, a la protagonista principal. Se trata de una historia de mujeres en la que todos los personajes con un mínimo de riqueza dramática son femeninos.
Blackwood ofrece por lo tanto un planteamiento muy atractivo para amantes del género, en el que se recogen los principales elementos del cuento gótico y referencias a clásicos: la mansión aislada en el bosque, las jóvenes incomunicadas, la bruja, las habitaciones en las que está prohibido entrar, los ruidos y visiones nocturnas, etc. El popurri de influencias no siempre se expone con sutileza (el plano cenital del camino que lleva a la mansión remite a El resplandor con demasiada obviedad), pero sí funciona porque respeta la norma principal del terror, que es que el elemento de género actúa sobre la base de un conflicto personal de potencial dramático: tenemos a una adolescente conflictiva, huérfana de padre y con una madre incapaz de comunicarse con ella, que deberá hacer frente a un entorno peligroso que acabará siendo una prueba de madurez.
Una película de terror sin escenas de terror
No obstante, las posibilidades de la historia se malogran en parte debido a una estructura endeble que sorprende en una adaptación literaria: un planteamiento y un desenlace demasiado largos y una práctica ausencia de nudo. No hay apenas parte central en la película, ni transición entre el momento en que empiezan a ocurrir cosas extrañas en el caserón gótico y la resolución del relato, dejando la sensación de una historia incompleta en la que no se ha tomado partido de los personajes secundarios, no se han explotado los elementos presentados en la primera parte , el final llega muy pronto y dura mucho y, sobre todo, se ha dado lugar a una película de terror que no tiene escenas de terror. La novela es prácticamente desconocida en nuestro país, así que nos quedamos sin la duda de si la deficiencia viene de la propia fuente literaria o si son los guionistas o el montador quienes han mutilado la narración.
Las debilidades de estructura malogran las ricas posibilidades de un relato gótico con perspectiva de género y buenos personajes, buen planteamiento y desenlace pero nudo inexistente. Rodrigo Cortés acaba quedándose con una película de terror sin escenas de terror.