Una de las propuestas más arriesgadas del cine español del año, Lo que arde, ha conseguido hueco en las carteleras. Se trata del nuevo título entre el documental y la ficción del gallego Oliver Laxe, que tras su paseo por Marruecos con Mimosas, ha vuelto a su tierra para hablar del medio rural y los incendios en una producción premiada en una sección paralela del festival de Cannes.
LO QUE ARDE de Oliver Laxe
El gallego Oliver Laxe es uno de los pocos españoles habituales en el festival de Cannes, aparte, claro está, de Almodóvar, y siempre teniendo en cuenta que, a diferencia del manchego, participa en secciones paralelas y no en la oficial, aunque, eso sí, con bastante éxito.
Sin embargo su nombre es casi desconocido y su trabajo anterior, Mimosas, brilló por su ausencia en las nominaciones a los Goya; que los cineastas más arriesgados y heterodoxos de nuestro país sean más apreciados en Francia que aquí no es nada nuevo, sino casi una tradición que se mantiene constante desde los tiempos de Luis Buñuel.
Más allá del documental
Laxe se encuadra completamente en el cine de autor, y dentro de este en su ala más experimental. Lo primero que debe tener claro quien lo desconozca y quiera acercarse a su obra es que no se trata de cine de entretenimiento ni es lo más adecuado para una tarde de domingo resacosa.
Es uno de los directores que explora los límites de la realidad y los de la ficción, entremezclándolas; Lo que arde no es una obra de ficción y tampoco es un documental, sino algo intermedio. Intervienen actores no profesionales que se interpretan a sí mismos; solo leyendo entrevistas o investigando sabremos qué aspectos que se ven en la película se corresponden con la vida real de las personas que intervienen en ella y cuáles son inventados.
Su trabajo anterior, Mimosas, transcurría en las montañas del Atlas marroquí y el actual en una de las zonas más aisladas de la Galicia profunda, dejando clara una de las principales influencias del cine de Laxe, la del padre del documental, Robert Flaherty, autor de Nanuuk el esquimal o de Hombres de Arán, al que le gustaba filmar a personas que viven en contacto muy directo con una naturaleza extrema.
El gallego mezcla esta influencia con la de cineastas, el iraní Abbas Kiarostami a la cabeza, que en los años 90 comenzaron a interesarse por habitantes del medio rural y a contar sus pequeñas historias pero con una mirada no tan científica ni antropológica sino mucho más intimista.
Por lo tanto Lo que arde no es un estudio sociológico ni periodístico sobre los incendios en el monte ni una película costumbrista sobre el mundo rural; es un acercamiento al día a día de unas personas / personajes, y también de un territorio, para mostrarnos cómo ese pequeño universo sufre el zarpazo de la presencia del fuego, que acaba siendo el malo de la función, una presencia inquietante de la que se habla a lo largo del metraje y se manifiesta en el clímax del mismo, dándonos las imágenes más poderosas de la película.
Quien esté interesado por explorar las posibilidades del cine a la hora de retratar la vida de una comunidad, o en descubrir maneras de construir una narración sin un esquema tradicional de planteamiento-nudo-desenlace, o simplemente en encontrarse con una película que no es lo habitual, no debería perderse Lo que arde. Y dada la distribución exigua que ha conseguido, probablemente quien no tenga interés en todas estas cuestiones ni siquiera tendrá ocasión de acceder a la película.