El sudafricano Gavin Hood, director de Espías desde el cielo, ya había dado muestras de su talento para el thriller hace unos años en Expediente Anwar, su primera incursión en Hollywood tras su descubrimiento para el gran público con Tsotsi en 2005. En los últimos años Hood ha dado muestras de su versatilidad con películas de gran presupuesto como X-Men Orígenes: Lobezno o El juego de Ender. Con Espías desde el cielo el director regresa al thriller, en este caso bélico, y se postula como un digno heredero de artesanos de Hollywood como John Badham o Peter Hyams.
Espías desde el cielo constituye la mejor aproximación vista hasta la fecha al nuevo tipo de espionaje y de guerra que la tecnología nos ha traído, en la que el uso de drones ha sustituido a los aviones pilotados. La película tiene tensión de principio a fin, con el mérito además de narrar una sola misión y hacerlo casi en tiempo real. El posible ataque con un misil lanzado desde un dron a una casa, en una pequeña ciudad de Kenya, en la que un grupo de terroristas islamistas están preparando un atentando con chalecos bomba, es el eje de toda la película. Hood articula el desarrollo de la trama en torno a un grupo de altos mandos militares y políticos británicos y estadounidenses que tendrán que tomar una decisión positiva o negativa respecto al ataque, en función de la información que los drones les van aportando y del cálculo de daños colaterales (muertes) que bombardear el objetivo terrorista podría causar.
Espías desde el cielo se convierte de esta forma en una mezcla de 24 y Doce hombres sin piedad. El suspense está bien construido y no decae, apoyándose además en un grupo de excelentes actores como Helen Mirren, Aaron Paul, Jeremy Northam o el tristemente fallecido Alan Rickman.
Solo cabría echarle en cara cierta inverosimilitud en cuanto a las tecnologías que nos presenta. Como drones en forma de escarabajo volador que se internan en las casas y son manejados con milimétrica precisión desde un teléfono móvil. Aunque son trucos de guion perfectamente asumibles y perdonables a tenor del resultado final.
El dilema de la guerra preventiva
Un certero thriller bélico-tecnológico que bien podría ser el resultado de la suma modernizada de dos títulos del antes citado John Badham: Juegos de guerra y A la hora señalada. Espías desde el cielo plantea una vez más el dilema moral de la guerra preventiva, y deja al espectador con una doble inquietud, la del peligro al que el terrorismo nos somete, y la de la vigilancia a la que estamos sometidos por ese Ojo en el cielo —título original de la película, más acertado que la traducción que han hecho aquí—.
Una película que merece la pena ver, tanto por sus méritos cinematográficos, como por ser el testamento fílmico de ese gran actor que fue Alan Rickman, al que está dedicada, espléndido y dando el toque humano a su personaje como siempre supo hacer —véase su cara al final cuando su ayudante le entrega la muñeca que había encargado para su hija—.