El éxito de ‘Ocho apellidos vascos’ provocó que inmediatamente empezara a producirse una secuela. Cierto es que el fenómeno de la película protagonizada por Dani Rovira y Clara Lago fue algo inesperado y que todo lo que ha venido después se ha hecho a la marcha. Una demostración de ello es que esta continuación, ‘Ocho apellidos catalanes’.
La relación de Rafa (Dani Rovira) y Amaia (Clara Lago) se ha roto completamente. Ahora el joven vive de nuevo en su querida Sevilla, donde intenta olvidar el recuerda de la chica vasca que aún tiene corazón. Aunque olvidarla no será fácil, ya que Koldo se presenta en Sevilla. El ex suegro de Rafa le comenta que Amaia que ha rehecho su vida y que va a casarse con un catalán. Es entonces cuando Rafa decide que ir a Cataluña y reconquista a Amaia, antes de que la joven dé el “sí quiero”. Pero el joven no sabe dónde realmente se ha metido.
Emilio Martínez-Lázaro vuelve a contar en la labor del guión con Borja Cobeaga y con Diego San José. Ambos tenían la difícil tarea de adaptar los chistes y gracias de los prejuicios entre vascos y andaluces a otra realidad: La catalana. Un reto del que han salido como buenamente han podido.
Ya que ‘Ocho apellidos catalanes’ pierden la esencia original y fresca que tenía su predecesora, también es verdad que esta vez la propuesta tenía una presión mediática y de público que la anterior carecía. Eso ha provocado que esta secuela no sea tan ácida e irónica como su predecesora y tenga un encorsetamiento que le perjudica notablemente.
Ya que, independientemente de si la ciudadanía catalana sabe reírse de sí misma o no, el humor referente a los banales prejuicios entre catalanes y vascos resulta más forzado y demasiado políticamente correcto, pese a tener de actualidad el problema independentista.
Con lo cual, la falta de humor, salvo algunas contadas ocasiones, se une a que la trama podría haber sido mejor llevada. Rafa desea recuperar como sea a Amaia, de acuerdo, ya se sabe que el final de la primera parte no ha sido feliz. Sin embargo, esa reconquista amorosa no aporta realmente nada más a lo anteriormente visto en otras comedias románticas sobre bodas. Sus intérpretes han perdido parte de su soltura de la anterior película, aunque logran darle algo dignidad a sus papeles. Sorprende muy gratamente Berto Romero, en su papel de hipster que está a la última y que evita cualquier tipo de violencia. Sin embargo, Rosa María Sardá no logra brillar lo que realmente puede. Esa maestra de la interpretación se queda a medio gas en un papel que podría haber dado más si el libreto hubiera sido más generoso.
Demasiadas presiones, poco tiempo y unos seguidores que sólo buscan fan service provocan que ‘Ocho apellidos catalanes’ sea una ligera decepción respecto a su predecesora. Sin embargo, y pese a ello, el filme no aburre en ningún momento y, justamente, ofrece lo que su público objetivo demanda. Con lo cual, ¿se le puede reprochar algo en ese sentido? Para nada. Hecha por y para su audiencia, que afortunadamente sabrá disfrutarla y reírse con ella.
2 / 5