“Y él a mí: Esta suerte miserable
tienen las tristes almas de aquellos
que vivieron sin infamia y sin honor.Mezcladas están con aquel malvado coro
de los ángeles que ni fueron rebeldes
a Dios, ni fieles, sino sólo para sí fueron”.DANTE ALIGHIERI, ‘La divina comedia: El infierno (Canto III)’
El cineasta Pablo Larraín abre las puertas del infierno e invita a los espectadores adentrarse en un inframundo semejante al de Dante guiado por el poeta Virgilio en ‘La divina comedia’. Sin embargo, este no es un viaje ascendente, los diferentes círculos que configuran ‘El club’ no llevan a ningún purgatorio y, con él, el camino al cielo. No, Larraín muestra el lado más perverso y malévolo que puede llegar a tener el ser humano.
Para ello no necesita mostrar horrores de una guerra, figuras alienígenas de ciencia ficción o carismáticos caciques. El cineasta sólo requiere de una paradisíaca imagen, con miradas calmadas al Océano Pacífico, con un hermoso hogar de estilo alemán cercano a la cala. En esa retirada y tranquila casa viven cuatro sacerdotes y su cuidadora, una monja. Los cinco han llegado a ese apacible lugar a expiar sus pecados. Cada uno guarda un secreto monstruoso a sus espaldas. Ese equilibrio se rompe con la llegada de un nuevo inquilino que provoca que se abra la caja de Pandora, provocando que los fantasmas del pasado lleguen al presente.
Larraín es un artesano del drama, de la melancolía reinante de su propio país, que tuvo una de las dictaduras más feroces de la historia contemporánea más reciente. Ya lo demostró en sus cuatro anteriores cintas, ‘Fuga’, ‘Tony Madero’, ‘Post Mortem’ o ‘No’. Ahora el cineasta se centra en otra realidad que también ha estado y está no sólo en su país, sino que ha ocurrido de manera internacional: Se trata de los abusos que ha cometido la Iglesia Católica. Y Larraín no sólo se limita a los casos de abusos sexuales a menores de edad, también muestra otras caras perversas como el tráfico de bebés robados, colaboración con regímenes dictatoriales y el maltrato doméstico.
No hay victimismo ni maniqueísmo en un relato en el que la bondad no tiene cabida. Un cuadro donde cuatro varones y una mujer descansan plácidamente, “retirados de circulación” por la Iglesia, donde pasan su rutina con tranquilidad, entrenando a un perro galgo para ganar dinero en las carreras locales. Todo se tambalea con esa inoportuna llegada de un quinto sacerdote, que trae con él un suicidio y una víctima. Un desencadenante que hará que llegue la figura buena, un joven cura que quiere cambiar al sistema, eliminar a esa lacra que ha utilizado el poder eclesiástico en su propia beneficio y de manera perversa.
Sin embargo, no hay lugar para los buenos actos. ‘El club’ es un auténtico círculo vicioso, un abismo al infierno, una fuerte crítica no sólo a la Iglesia sino también a la corrupción del poder, aquél que no es capaz de castigar los crímenes de sus propios miembros. Ya lo dice el perro guardián de los cuatro desalmados: “Si yo encubrí, ese alguien que me encubrió también fue encubierto por otro alguien, y ese otro alguien también lo fue por otro estamento superior. Entonces, ¿qué?” Frase demoledora que pone en un espejo la realidad que vive la Iglesia Católica en una etapa en la que desea fervientemente limpiar y echar a la basura a sus componentes más podridos. Sin embargo, tan grande se ha hecho la bola de nieve, tanto se ha encubierto que sólo queda ver cómo explota todo.
‘El club’ es la metáfora a todo aquello, un relato que hipnotiza, repugna, estremece y provoca que el horror mantenga al espectador atado a la trama. La subversión nunca había provocado que una magnífica película pudiera causar tanto asco. Ni siquiera el propio Michael Haneke hubiera dejado sin nada de piedad una trama tan perversa. Rodado con tonos tétrico y envolventes, este drama, visto como comedia negra por cierto sector para evitar digerir la magnitud de lo que ha sido testigo, es la obra más redonda de un cineasta que ha conseguido plasmar el lado más perverso del ser humano y convertirlo en arte, digno sucesor de Pier Paolo Pasolini. El viaje al lugar más recóndito del infierno en la propia tierra.
4.5 / 5