Joaquin Phoenix no consigue levantar la nueva película de Lynne Ramsay, directora de Tenemos que hablar de Kevin; solvente en cuanto a técnica y muy resultona a nivel visual, pero profundamente vacía.
Un Taxi Driver superficial y desangelado
Un principio fundamental del cine es la sinergia; una película debe ser algo más que la suma de sus imágenes y de sus secuencias. Es importante cuidar los planos pero estos deben estar al servicio de la historia, la idea o la emoción que quiera transmitir la obra en su conjunto. No obstante, como muy bien saben los montadores, los directores tienden a enamorarse de sus escenas, que han costado tanto trabajo y planificación, aparte de dinero, y les cuesta verlas como piezas que no tienen valor por sí mismas sino que solo el conjunto de la narración puede darles su sentido y su fuerza.
Esta pequeña digresión intenta explicar el problema fundamental de En realidad, nunca estuviste aquí; prácticamente todas sus escenas cogidas de forma aislada son técnicamente impecables, espectaculares en muchos casos, y hay belleza en ellas a pesar de lo violento de su contenido, pero sin embargo el conjunto es vacío: no hay diseño de personajes y no hay historia que envuelva a las escenas formando un todo, el film no transmite ni cuenta nada, sino que toma lo más superficial de otras películas, siendo Taxi Driver su referente más obvio, pero sin captar lo que no se puede copiar, que es el trasfondo y el contenido. Joaquin Phoenix, uno de los intérpretes más sólidos de su generación, no puede evitar el naufragio de su personaje, que deambula de forma errática de una secuencia a otra sin que unos difusos flashbacks le puedan dar ninguna consistencia. Porque otra regla del cine, tan injusta como cierta, es que un mal actor puede hundir una buena película pero un buen actor no puede reflotar una película mediocre.
Joaquin Phoenix se esfuerza pero naufraga ante la inconsistencia de su personaje
Esta sucesión de imágenes bonitas y cuidadas pero superficiales sorprende en primer lugar porque no estamos frente a un director novel o un cortometrajista que está todavía aprendiendo los aspectos técnicos y por estar pendiente de ellos olvida lo principal, que es saber lo que quiere transmitir, sino ante la cuarta película de su autora. Sorprende en segundo lugar porque dicha autora, Lynne Ramsay, demostró su solvencia en su obra anterior, la muy interesante Tenemos que hablar de Kevin. Sorprende en tercer lugar que En realidad, nunca estuviste aquí esté basada en una novela y que los agujeros y la inconsistencia de la historia sean tan evidentes en una adaptación literaria. Y sorprende en último lugar que un guión tan flaco haya sido premiado como el mejor en el festival de Cannes; aunque los ejemplos de cintas con premios de todo tipo que se olvidan o se ven con sonrojo pocos años más tarde no son precisamente escasos, hubiera sido mucho más prudente reconocer al film por su fotografía o darle un premio especial del jurado que no incida precisamente en su aspecto más flojo.
Pese a lo dicho, no es raro que la estética se valore más que la profundidad y por lo tanto no lo sería que la superficialidad de esta película no sea un inconveniente sino al contrario, un incentivo, para colarse en listados de lo mejor del año, nominaciones y premios varios o incluso convertirse en obra de culto. Si ello sirve para que su directora, que es una profesional capaz, pueda llevar adelante proyectos de más interés en el futuro, bienvenido sea.