García Lorca en ‘La casa de Bernarda Alba’ mostró lo cruel y vil que puede llegar a ser un matriarcado tirano donde la apariencia y evitar el qué dirán era lo esencial en la vida. De poco servía tener un alma dedicada si no se podía hacer alarde ello. En cierta forma Suha Araf lo ha reinterpretado y lanzó ‘Villa Touma’, presentada en Venecia, y que muestra una realidad apenas conocida fuera de Palestina.
Tres hermanas viven en Ramala. No les es fácil, estas tres mujeres pertenecen a una aristocracia palestina prácticamente extinta, al ser cristianas y no aguantar la situación de ocupación actual, las tres solteronas deciden aislarse del mundo y vivir recordando épocas pasadas. Su vida cambiará drásticamente cuando llegue una sobrina huérfana, hija de su hermano fallecido y díscolo. La sobrina, renegada por la familia por ser de madre musulmana, deberá aceptar las reglas de su nueva casa. Un hogar que puede llegar a ser más asfixiante que su anterior cuarto que compartía con otras chicas.
Araf decide enseñar una realidad apenas conocida, la de los cristianos en Palestina. Una población minoritaria y denostada por la mayoría musulmana. Una situación que se siente nada más empezar el metraje de la película. Porque ‘Villa Touma’ es una crónica histórica, de lo que ocurrió en esa Palestina que se es ajena a la actualidad informativa, esa en la que había mayor relación interreligiosa y respeto.
La joven representa una incómoda verdad, vivir en tiempos pasados marchita hasta a las más bellas flores. Sus tres tías son la antítesis de las tres tías hadas de ‘La bella durmiente’. La tía mayor rechazó casarse y ser feliz para cuidar a sus hermanas cuando su madre murió, amargándose la vida para siempre y contagiando esa amargura a las demás. La mediana, única en haber contraído matrimonio, enviudó muy joven y vive traumada por aquello, la pequeña es una bella joven que deja el tiempo pasar, incapaz de refutar las decisiones de las dos mayores.
Y ahí llega la sobrina, alma cándida que sólo quiere vivir, que no le importa el rígido protocolo propio de valses de los 50. Figura que se verá atrapada en un sistema ponzoñoso, lleno de oscuridad y amargura. Araf se centra en la paranoia que vive este grupo, ese miedo a desaparecer pero también ese orgullo inútil que provoca su extinción. Un círculo vicioso que envenena todo lo que toca.
El realizador crea un ambiente de opresión, aislada y alejado del resto de la realidad. Cierto es que decide no mostrar esa otra crítica social que vive el país. ‘Villa Touma’ esquiva otros temas espinosos como son la relación con el país vecino, Israel, y cómo el islam tampoco es una alternativa para joven protagonista.
Como si una Bernarda Alba se tratase, Araf crea una incómoda imagen de la mujer, consigue lanzar su peor cara, aquella que no satisfará a cierto sector. Un relato a caballo entre lo abrumador, lo espeluznante y lo trágico que hipnotiza al espectador. Un camino a la desesperación que no deja tregua. Si ‘El club’ fue un descenso a los infiernos, ‘Villa Touma’ es el preludio a aquél canto mortal.
4 / 5