Delicada y profundamente sentida, ‘Frantz‘ es el mejor largometraje firmado por François Ozon desde ‘En la casa‘. Cuidada pieza de orfebrería, magnífica. Un intenso relato antibelicista hecho con sumo esmero y entrega. Maravillosa.
El ensayista estadounidense Elbert Hubbard dijo: “La mentira es un triste sustituto de la verdad, pero es el único que se ha descubierto hasta ahora”. Tras la turbia experiencia que resulta ‘Joven y bonita’ y el extraño retrato familiar que es ‘Una nueva amiga’, François Ozon da un giro radical mostrando su lado más elegante y delicado con la cuidada y magnífica ‘Frantz’, drama histórico en el que Pierre Niney y la debutante Paula Beer se envuelven en un hipnótico juego de espejos en el que el perdón, el engaño y el apaciguamiento se convierten en los principales protagonistas.
La Primera Guerra Mundial ha terminado. Sin embargo, en Europa sigue habiendo tensiones, divisiones y, sobre todo, mucho odio. Esto se incrementa en el lado alemán, donde la desolación de la derrota y la pobreza han alimentado la crispación y el rechazo. Cerca de la frontera con Francia vive Anna, una bella muchacha que va todos los días a llorar y depositar flores en la tumba de Frantz, su prometido que falleció durante la guerra. Durante una de sus visitas, Anna ve cómo un extraño joven deja flores sobre la lápida y llora desconsoladamente. El elegante caballero es Adrien, un joven francés que fue amigo de Frantz antes de la Gran Guerra. No obstante, nada será lo que aparenta ser.
Delicado juego de espejos
Cuidadoso en lo estético, François Ozon rueda en un magnífico blanco y negro que, aparentemente, crea un ruptura con el estilo de sus anteriores largometrajes. Sin embargo, no lo es para nada, puesto que su cuidado por el diseño de producción y la fotografía hace que se vengan a la mente películas como ‘Gotas de agua sobre piedras calientes’ u ‘8 mujeres’. Aunque no es sólo lo estético en lo que el cineasta innova, el filme se va tornando en un sentido drama romántico sobre el perdón y la importancia de la verdad y la mentira.
De hecho, ‘Frantz’ se convierte en una interesante reflexión sobre la superación del duelo, el perder a aquél que se ama y la utilización del embuste como método para seguir hacia delante. Peligrosa y ambigua red en la que el cineasta muestra su firma, aquella que hicieron icónicas películas como ‘Bajo la arena’ o ‘El tiempo que queda’. Todo con un relato contenido y escrupulosamente cuidado, que tiene como referente a ‘Remordimiento’, aquella obra maestra de Ernst Lubitsch realizada en 1932 y también la pieza teatral ‘El hombre al que asesiné’, obra de Maurice Rostand.
Eso sí, Ozon tiene su propia esencia y su firma está muy presente al llevar la mirada protagonista a Anna, la bella joven que está interpretada por la debutante Paula Beer, llamada ya la nueva Romy Schneider. La actriz posee una mirada profunda, delicada que muestra contención, devoción y pasión, provocando que sea imposible no acordarse de la protagonista de ‘Sissi Emperatriz’. A su lado un magnífico Pierre Niney, que vuelve a demostrar por qué es el mejor actor de su generación. Con una intensa mirada y una atrayente fragilidad, logra mostrar cómo el galán enamora pero es la dama quien lleva el ritmo de este baile.
La obra maestra de François Ozon
En medio de este incipiente amor surgen una serie de mentiras, medias verdades y ocultamientos que hacen replantearse una pregunta: ¿Es realmente lícito utilizar la mentira como forma de seguir hacia delante o sólo sirve para tapar una horrible verdad? Una cuestión que Ozon deja para el público, que es el único que debe decidir. Todo un acierto en una pieza de orfebrería en la que no hay nada dejado al azar.
Hecha con cuidado, esmero y una espléndida majestuosidad, ‘Frantz’ es la obra más redonda del cineasta desde ‘En la casa’. Una pieza maestra que muestra el rostro más desconocido del cineasta. Un verdadero juego de espejos en el que hablan cordialmente la pasión, el amor, la verdad, la piedad y el embuste y cuyo mensaje es, ante todo, un alegato antibelicista y a favor de derribar muros, no de construirlos, algo que, desafortunadamente, está a la orden del día en Europa. Sin duda, una cinta que desprende amor al prójimo y un símbolo de lo que debe ser el viejo continente. Ozon clausura con sutil elegancia un filme evocador, sublime y liberado. Un etéreo canto sobre la independencia personal, el perdón y la cordialidad. Una obra maestra.
Tráiler en español de Frantz