Robin Campillo firma una película que derrocha activismo por todas sus escenas. Nahuel Pérez Biscayart se convierte en el alma de una película llena de energía pese a estar rodeada de muerte. Su compromiso social y pedogógico la convierte en una cinta cuyo visionado se hace imprescindible.
Ni una víctima más
Sin duda, el cine LGBT va teniendo cada vez más presencia. En vísperas del estreno en España de ‘Calle Me by Your Name’, nominada a cuatro Oscar, llega la francesa ‘120 pulsaciones por minuto’, Gran Premio del Jurado y el FIPRESCI del 70º Festival de Cannes y premiada a la mejor película extranjera en el Círculo de Críticos de Nueva York, además de lograr la Mención Especial del Jurado del 22º LesGaiCineMad.
Ambientada a principios de los años 90, el virus del sida se ha convertido en sinónimo de muerte para el colectivo LGBT, que ve cómo buena parte de la comunidad enferma y ni los gobiernos ni las empresas farmacéuticas hacen nada para evitar las muertes y paliar las consecuencias del virus. En Francia surge Act-Up París, un grupo de acción directa que nació en Estados Unidos y cuyo objetivo fue llamar la atención sobre la pandemia, como también el promover mayor investigación en la enfermedad y crear campañas de prevención. Reunidos en asambleas, en una de ellas llega Nathan, un nuevo miembro que, pese a no ser seropositivo, tiene la firma decisión de unirse y pelear por los derechos de todos los infectados de sida, como también por los derechos LGBT. De esta forma, Nathan conocerá a Sean Dalmazo, uno de los activistas más entregados, con el que tendrá una bella historia de amor.
Una película activista que rinde homenaje a aquellos que lucharon por los derechos del colectivo LGBT
Para su tercer largometraje, Robin Campillo narra la que es su historia más personal, ya que fue un miembro activo de Act-Up París durante su juventud en los años 90. Guionista habitual de Laurent Cantet, firmó el libreto de la espléndida ‘La clase’ y tiene pendiente de estreno ‘El taller de escritura’, Campillo, junto con Philippe Mangeot, crean una propuesta que transmite sinceridad y compromiso social en cada una de sus escenas.
Es más, Campillo se nutre de su experiencia con Cantet para traer una película tremendamente realista, que recrear estupendamente los años 90 y transmite esa inseguridad y miedo a morir de unos adolescentes y veinteañeros que, se supone, deberían ser sinónimo de vida y no de muerte. La forma de rodar toda la primera mitad de la película emula al documental, metiendo al espectador de lleno en esa época y tiene muy en cuenta su mensaje y compromiso activista, se muestra la inacción del gobierno y de las empresas farmacéuticas, así como también se percibe cierta crítica a otros colectivos LGBT más “burocráticos” y “diplomáticos”.
Un toque de atención para las nuevas generaciones
Es esa primera mitad la que trae su mensaje más poderoso, no hay protagonistas únicos, todos lo son, como una auténtica comunidad, con su compromiso pero también con sus fricciones y divergencias. Sin embargo, la segunda parte no es lucida, es más, le resta varios puntos. Cuando el filme decide mostrar más la relación entre Nathan y Sean, Campillo va por caminos ya conocidos como ‘Compañeros insperables’, ‘Miradas en la despedida’, ‘It’s My Party’ y, cómo no, la mítica ‘Philadelphia’. Lo que da a entender que el cineasta estaba pensando en un público muy joven que no vivió realmente esa época y que, por lo tanto, desconoce que ya hay películas que narraban cómo una pareja homosexual moría víctima del sida. De hecho, la estructura del filme recuerda a ‘Holding the Man’ o, incluso, a ‘The Normal Heart’, películas recientes que ya hablaron de una historia de amor entre dos chicos con final trágico debido al sida.
No obstante, es su valor pedagógico e histórico el que prima, lo que hace de ‘120 pulsaciones por minuto’ es una película cuyo visionado es imprescindible. A eso hay que añadirle un reparto excelente, liderado por Nahuel Pérez Biscayart, un actor argentino que, pese a tener varios años de experiencia en su país con películas como ‘Glue’, ‘El aura’ y en series como ‘Mujeres asesinas’, se ha convertido en la estrella revelación del cine francés. También aplauso para Arnaud Valois, Adèle Haenel y Antoine Reinartz que se convierten en las otras voces importantes de Act-Up París.
Su compromiso social hace de ella una de las películas más directas sobre la historia más reciente del colectivo LGBT, como también de la tragedia que fue el sida para la comunidad y una advertencia para las nuevas generaciones que, afortunadamente, no conocieron de primera mano esas fatales consecuencias. Necesaria en ese sentido, sin duda, una experiencia cinematográfica llena de pasión y entrega social.