Mediaset vuelve a triunfar con Lo dejo cuando quiera, una comedia gamberra que adapta un éxito italiano a su vez inspirado en la serie Breaking Bad. Un entretenimiento solvente y bien construido que los amantes de la comedia y del cine ligero disfrutarán, aunque sin dejar mayor poso ni ningún momento notable destacado.
LO DEJO CUANDO QUIERA de Carlos Therón
Se supone que la fórmula mágica del éxito no existe pero Mediaset está bastante cerca de haberla encontrado. Las cifras de taquilla de su último producto lo confirman y no es complicado explicar por qué: se apoyan en un proyecto seguro, como es la versión de una película que ya ha funcionado previamente en Italia, como hicieron con Perfectos desconocidos, uno de los grandes hitos de la factoría, construyen sobre la base de este una actualización de la comedia tradicional española, es decir, ponen al día la llamada españolada, trabajan con buenos actores con vis cómica, y con artesanos solventes como ha demostrado ser Carlos Therón, cuyo trabajo anterior como director había sido la también exitosa Es por tu bien.
La españolada del siglo XXI (con todo el respeto hacia el género)
Que sea fácil explicar las claves de su éxito no le quita ningún mérito a llevar a cabo una comedia comercial que funcione bien. Lo que sería, más que fácil, facilón, además de vulgar e injusto, es mirar por encima del hombro una película bien construida como esta, que mantiene la fórmula del título italiano al que adapta, que consiste en tratar con desenfado un problema social real haciéndolo amable gracias a un tratamiento caricaturesco de las situaciones y a unos personajes centrales que personifican un estereotipo ancestral, como es el antihéroe fracasado.
Es cierto que el proyecto está limitado por su propio concepto, que es basarse descaradamente en Breaking Bad, una referencia mencionada en la propia película, pero también lo es que supera al original italiano por un acabado mucho más vistoso en términos de producción y por apostar claramente por la comedia con un toque gamberro, logrando un tono mucho más equilibrado que la mezcla con el cine negro un tanto fallida que parecía pretender lograr Smetto quando voglio. En la adaptación se ha cambiado a un personaje central por un trío protagonista, y de hecho se sigue notando un mayor peso del personaje de David Verdaguer, mientras que el de Carlos Santos no consigue tener una subtrama bien desarrollada. También se nota el esfuerzo, pese a seguir siendo una historia de chicos, para los personajes femeninos tengan un papel que no se reduzca a la anécdota, lo cual no solo beneficia a la representación de los géneros en el cine sino que aporta los buenos personajes secundarios que necesita siempre una comedia.
Resumiendo, nos encontramos ante un título que no va a levantar grandes carcajadas, ni supone una crítica ácida de una generación perdida con preparación pero sin mercado laboral en el que desarrollar sus capacidades, pero sí mantiene el humor sin caer bajo, el ritmo, y no se le puede reprochar realmente nada, si bien es cierto que tampoco logra ofrecer ninguna escena brillante que le permita destacar en positivo.