Tras alguna que otra película fallida, Daniel Sánchez Arévalo, el director de Primos y La gran familia española, reverdece sus laureles y firma su mejor película desde su opera prima AzulOscuroCasiNegro. Diecisiete es una comedia dramática tierna, magníficamente escrita e interpretada, que rebosa cariño por sus personajes sin rozar en ningún momento la lágrima fácil ni el sentimentalismo.
DIECISIETE de Daniel Sánchez Arévalo
Daniel Sánchez Arévalo llamó la atención de la cinefilia en 2006 con su debut, AzulOscuroCasiNegro, una comedia dramática humanista, sensible y romántica sin rastro de folletín ni ñoñería en el que, además, reunió a los actores más prometedores del momento: Quim Gutiérrez, Marta Etura y el entonces semidesconocido Antonio de la Torre.
No obstante, su evolución posterior no confirmó las expectativas despertadas por su opera prima; cuando ya parecía una promesa no cumplida esta nueva película, producida por Netflix y estrenada directamente en la plataforma sin pasar por las salas, vuelve a situarlo en la primera línea de los directores de nuestro país como un posible competidor de Gracia Querejeta, que ha sido durante los últimos casi treinta años la gran humanista del cine español.
Diecisiete deja a un lado las pretensiones que habían malogrado los trabajos previos de Sánchez Arévalo, como la compleja arquitectura temporal de flash-backs y flash-forwards de Gordos o la carga simbólica y referencial de los personajes y situaciones de La gran familia española; el director parece haberse encontrado a sí mismo como minimalista. Al centrarse en la interacción entre dos protagonistas, un adolescente conflictivo y su hermano mayor perdido y fracasado, ha conseguido desarrollar un espectacular talento para los diálogos y la composición de los personajes. Tal vez ha servido de ayuda para mantener la modestia y el intimismo del proyecto el trabajar con actores desconocidos, Nacho Sánchez, nominado al Goya como actor revelación, y Biel Montoro, ambos magníficos.
Una comedia dramática sensible y contenida
La película derrocha ternura combinada con una gran elegancia a través de un tono que mantiene un equilibrio magistral al eludir tanto la frialdad como el exhibicionismo sentimental. Un buen ejemplo de ello es no mencionar nunca directamente al trastorno del espectro autista que podemos intuir que define el carácter del hermano menor y es en parte causa de su comportamiento antisocial.
En resumen, Diecisiete redondea la sólida cosecha del cine español en 2019 aportándole un toque humanista cada vez menos frecuente, y por ello más enriquecedor, en la producción audiovisual de los últimos años.