Cuarenta años. Casi medio siglo. Ese es el tiempo que muchos llevan sin bañarse en una playa -yo entre ellos- desde que un jovencísimo Steven Spielberg se jugase la cabeza y su futuro llevando a la gran pantalla una primera novela que no pasaba de simpática -aunque hay relaciones más extendidas en el libro- sobre un escualo gigantesco que provoca el pánico en Amity, Long Island.
Hay que remontarse a 1973 para encontrarnos con David Brown y Richard Zanuck, productores de la peli y dueños de los derechos de la novela tras pagar a Peter Benchley la nada despreciable cantidad de 175.000 dólares de la época después de haber leído ambos la novela del tirón. Brown pensaba que se podría hacer con un tiburón entrenado (!) y más tarde reconocerían que de haber leído la novela una segunda vez no habrían continuado con la odisea de trasladar en imágenes las dificultosas escenas que narraba el libro.
Tras manejar nombres como Paul Newman, Robert Redford (Brown participó en la producción de El Golpe) y John Voight o Charlton Heston (Spielberg decidió que con Heston el tiburón sería eclipsado y el actor se negaría a participar después en 1941), el director decidió que el papel de Brody sería ideal para Roy Scheider, más humano y que venía de interpretar French Connection con una nominación bajo el brazo. Richard Dreyfuss, que en principio comentó a Spielberg que Jaws era el tipo de película que prefería ver y no hacer, pero descontento con sus interpretaciones llamaría al director más adelante para decir que estaba interesado. Ya solamente faltaba Quint, y después de no conseguir a Lee Marvin ni a Sterling Hayden, Robert Shaw se quedaría el papel.
Además, Shaw sería el responsable de las líneas sobre el incidente de su personaje en el USS Indianapolis y su odio a los escualos, cuando los responsables de la película no supieron cómo meterlo en el film tras una ayudita de John Milius.
El resto es historia: una banda sonora utilizada hasta el infinito, ocho millones de dólares de presupuesto (doce según algunas fuentes) que recaudaron casi quinientos sólo en Estados Unidos, para la película que inventó el blockbuster, que disminuyó el turismo en el mundo y que se convertiría en la gran película de terror del director más prestigioso de la Historia del Cine.
Tiburón contó con tres secuelas, la primera de ellas dirigida por el francés Jeannot Szwarc (Supergirl) después de que Spielberg declinase la invitación por miedo a resultar repetitivo y que convertía la película (casi) en un slasher involucrando a jovencitos un poco tontos que parecen no haber vivido en la zona de aguas de la primera película. Volvería Scheider a la acción para parar los pies (en este caso las aletas, claro) al nuevo escualo asesino.
La tercera parte, Jaws 3D: El gran tiburón, contaba en principio con un guión de Richard Matheson, del que por manipulado y reducido a lo mínimo en los despachos de los jefes renegaría toda su vida el autor de Soy Leyenda o El increíble hombre menguante. Dennis Quaid y Louis Gosset Jr se adelantaron a Steve Alten o a Jurassic World en un parque acuático que se las vería con un tiburón muy peligroso. Los resultados fueron desastrosos, aunque lo peor estaba por llegar. Tiburón, la venganza, de Joseph Sargent, será la peor vista (con razón) de la saga, poniendo un punto final lamentable. Tanto, que no se ha vuelto a tocar y estamos hablando de 1987
Entre todo lo que vino después del éxito del Tiburón original hay espacio para las maravillas desenfadadas, como la Piraña de Joe Dante producida por Roger Corman o L’ultimo squalo, conocida en España como Tiburón 3 (!) y que era un plagio italiano con imágenes de archivo… y bastante encanto y brutalidad.
El resto de monster movies acuáticas eran ya subproductos, algunos con garra, como Orca, la ballena asesina (Michael Anderson, 1977) y el resto del calibre de Mako, el tiburón de la muerte (William Grefe, 1976) o Barracuda (Harry Kerwin, Wayne Crawford, 1978)
Probablemente sea Deep Blue Sea (Renny Harlin, 1999), la única que hizo méritos para estar en el podio de tiburones asesinos, porque aunque mucho más ligera y libre de la gravedad de títulos como Open Water (Chris Kentis, 2003) o El arrecife (The Reef, Andrew Traucki, 2010), no se cortaba a la hora de mostrar enormes depredadores comiendo actores y metiendo el miedo (sangriento) en el cuerpo.
El cine no dejará de explotar el miedo a las aguas tranquilas y con el paso de los años seremos testigos de multitud de criaturas submarinas. Pulpos, mutaciones, pirañas voladoras y hasta centollos gigantes. De hecho, tenemos hasta un híbrido de centollo y pulpo en la extraordinaria Kárate a muerte en Torremolinos de nuestro querido Pedro Temboury.
Los interesados en el (sub)género tendrán mucha más información, por ejemplo, en el libro de Jose Viruete Terror bajo las aguas y en el estupendo Tiburón ¡Vas a necesitar un barco más grande! del maestro Angel Sala
Os dejamos con el tráiler original de Tiburón y con un estupendo Modern Trailer Fan con motivo del 40 aniversario de la única película que hace que tenga que tapar mis ojos con las manos.
Última actualización: 29/06/2015