Tras el Goya obtenido por El reino, Rodrigo Sorogoyen se aleja del thriller, pese a lo que se podría pensar por el corto del mismo nombre que constituye el germen de su última película. Madre es un drama intimista basado en la introspección psicológica, y en la contenida interpretación de su protagonista, Marta Nieto. Una película muy sólida, probablemente la mejor de su director, pero claramente apartada de esquemas comerciales.
Madre de Rodrigo Sorogoyen
Presentar un largometraje como secuela de un corto, aunque se trate de un corto virtuoso, muy apreciado y nominado al Oscar, es una estrategia de promoción arriesgada o incluso imprudente, y tal vez uno de los motivos por los que la nueva obra de Rodrigo Sorogoyen, a fecha de hoy el último ganador del Goya al mejor director, no esté teniendo el eco esperado en taquilla. Hay otros factores, como que el corto, que está integrado en la película y constituye los primeros 20 minutos de la misma, tiene un tono distinto, e incluso pertenece a un género diferente, del resto del metraje. Tras el subidón de adrenalina inicial, luego se nos ofrece una narración pausada que renuncia a la intriga y el misterio, por lo que las expectativas creadas, tanto por el cortometraje como por la obra anterior del director, pueden llevar a la decepción.
Retrato intimista de la loca de la playa
Sorogoyen, conocido principalmente por dos thrillers trepidantes, Que Dios nos perdone y El reino, ha retomado en su último trabajo el estilo de una de sus obras anteriores, Stockholm, un relato minimalista donde la tensión no estaba ausente pero se limitaba al aspecto psicológico. Mientras Stockholm era claustrofóbica y casi teatral por su unidad de tiempo y lugar, Madre, que se recrea más en paisajes, escenas costumbristas y en el contraste entre la soledad y el hermetismo de su protagonista y la tranquila vida familiar de vacaciones en la playa que se desarrolla a su alrededor, es una historia muy del gusto del cine francés.
De hecho, se trata de una coproducción francesa, con la mitad de los diálogos en esta lengua y que recuerda, en el argumento pero sobre todo en el tono, a títulos como Bajo la arena de François Ozon o la más reciente El taller de escritura de Laurent Cantet. La primera trata de la inestabilidad mental de una mujer incapaz de aceptar la desaparición de un ser querido y la segunda explora el componente bizarro e inquietante inherente a la relación ambigua entre una mujer de mediana edad y un adolescente, y estos son los dos ejes que vertebran Madre.
La película de Sorogoyen se diferencia de ambas por un estilo más desnudo, y en consecuencia más árido, desprovisto de asideros de género, como eran las apariciones de un fantasma en la de Ozon y el suspense en torno a los vínculos del joven con una organización radical en la de Cantet. La narración se sostiene en los elegantes planos secuencia del director, el principal nexo de unión entre el corto y el resto del film, y en la seca y lograda interpretación de Marta Nieto, merecida finalista al Goya a la mejor actriz por construir un personaje protagonista absoluto desde la contención y la introspección.
Es meritorio el riesgo asumido por el director, que presenta una propuesta difícil tras dos trabajos mucho más comerciales, y la lleva a cabo con éxito, aunque el público no esté respondiendo como se esperaba ante un trabajo notable, probablemente el más sólido de su filmografía, cuyo único defecto es un metraje excesivo dado lo austero de los elementos que lo componen. Probablemente logre una mayor repercusión en taquilla entre el público francés, mucho más receptivo ante una propuesta de este tipo, si la distribuidora lleva a cabo allí una difusión adecuada.