Biografía de Elzbieta Zajacówna
Elzbieta Zajacówna nació en la ciudad polaca de Bialystok en 1925. Su familia era judía y tenía un pequeño negocio de venta de comida. Durante su infancia y juventud, Elzbieta fue educada en la cultura y las tradiciones judías, aunque también se familiarizó con la cultura polaca. A la edad de 18 años, su vida cambió drásticamente con la invasión nazi de Polonia en septiembre de 1939.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Elzbieta se escondió de los nazis junto con su familia y otros judíos en el sótano de una casa en su ciudad natal durante un año. A partir de 1942, la familia Zajacówna fue trasladada al gueto de Bialystok, donde sufrieron las horribles condiciones de vida y las privaciones que caracterizaban a los guetos. En agosto de 1943, Elzbieta y su familia fueron deportados al campo de exterminio de Treblinka. Allí, Elzbieta perdió a sus padres y hermanos, quienes fueron asesinados en las cámaras de gas poco después de su llegada.
Elzbieta logró sobrevivir a la selección en Treblinka y fue trasladada a un campo de trabajo cerca de Varsovia, donde trabajó como enfermera. Durante su tiempo en el campo, se unió a la resistencia judía, ayudando a organizar la conexión de la resistencia clandestina con las unidades militares aliadas en el frente. También proporcionó ayuda médica y material a aquellos en el campo que lo necesitaban, arriesgando su propia vida en varias ocasiones.
Después de la guerra, Elzbieta decidió quedarse en Polonia y comenzar una carrera como actriz. Estudio en la Escuela de Teatro de Varsovia, graduándose en 1950. Comenzó a actuar en el Teatro Polski de Varsovia, una prestigiosa compañía de teatro. Además de su trabajo en el escenario, Elzbieta apareció en varias películas y series de televisión, siendo una de las actrices más reconocidas y queridas de la Polonia de posguerra. Falleció en 2005 a la edad de 80 años.
La vida de Elzbieta Zajacówna estuvo marcada por la tragedia y el sufrimiento de la guerra, que la llevó a perder a su familia y a experimentar el horror del Holocausto. Sin embargo, su historia también es un testimonio del espíritu humano de resistencia y supervivencia, que la llevó a luchar contra la opresión y la injusticia tanto dentro como fuera del campo de concentración. Su legado artístico y humano la convierte en un símbolo de la resiliencia y la perseverancia del pueblo judío ante la adversidad.