Los productores de cine más famosos e influyentes de la historia

¿Te suenan nombres como Dino de Laurentiis o Jerry Bruckheimer? ¿Sabías que David Lynch debe su prestigio a Alain Sarde? Que probablemente Hitchock estaría olvidado hoy de no ser por David O. Selznick. O que Steven Spielberg no podría haberse convertido en el Rey Midas de Hollywood sin Kathleen Kennedy. O que las películas de Marvel tienen un estilo común porque el nombre detrás de todas ellas es el mismo. Vamos a hablar de los productores  más destacados de la historia del séptimo arte, cineastas que son fundamentales pero sin embargo poco conocidos, y con frecuencia poco valorados.

Los mejores productores de la historia del cine


En Europa, la hegemonía entre la cinefilia de la política de los autores, creada en los años 50 por la Nouvelle Vague francesa y vigente hasta nuestros días, nos ha hecho asimilar como un dogma que el director es el autor de una película, igual que el pintor es el autor de un cuadro.

Sin embargo esto es muy subjetivo; en Hollywood consideran que la autoría debería corresponder a los auténticos representantes legales del film, que son los productores (normalmente hay más de uno), y de hecho ellos son quienes reciben el Oscar a la mejor película, a diferencia de los festivales de cine, donde se premia al mejor director.

¿Los malos de la película?

Y es que una película es un proyecto muy complejo donde el director es el responsable artístico, pero no económico ni industrial. Una cierta cultura entre lo naif y el anticapitalismo de eslogan de camiseta (o de tuit) ha reducido a los productores a la caricatura de malvados empresarios que prefieren el dinero antes que el arte y coartan la libertad de los directores.

Esto puede ser cierto en los peores casos, pero los buenos profesionales respetan al director como autor artístico y su trabajo no consiste solo en buscar financiación para el proyecto, que desde luego es algo esencial, sino además en pulir aspectos del mismo, aportar sugerencias y librar a los directores de muchas tareas burocráticas o de marketing permitiéndoles centrarse en su labor creativa.

Siempre ha habido y sigue habiendo directores que les encanta el lado empresarial del negocio y / o que quieren el control absoluto sobre sus películas y que por ello las producen ellos mismos; algunos de los casos más destacados serían Steven Spielberg, Stanley Kubrick, Francis Ford Coppola, Clint Eastwood o Christopher Nolan. Pero la mayoría tienen más que suficiente con dirigir y dejan que otros profesionales se encarguen de la producción; vamos a revisar la lista de los productores de cine más reconocidos de todos los tiempos.

David O. Selznick: El descubridor de Hitchcock

Es uno de los mayores iconos de la época dorada de Hollywood y actualmente da su nombre al premio honorífico que entrega la PGA, la Asociación de Productores de Estados Unidos. Trabajó en los más importantes estudios llevando buena parte de los proyectos más relevantes de su época con enorme éxito.

Dos hitos destacan en su prolífica carrera: el primero, haber sacado adelante Lo que el viento se llevó (1939), el blockbuster más monumental de su tiempo, de costoso y completo rodaje en el que participaron tres directores y que probablemente se habría hundido de no ser por el gran trabajo de Selznick.

El segundo, haber ayudado al desembarco al otro lado del Atlántico de un director británico que llevaba a cabo una extraña mezcla de melodrama con género policiaco y con gótico, a la que llamaba thriller o suspense. Alfred Hitchcock pudo llevar a cabo un salto cualitativo en su carrera y convertirse en un genio revolucionario del cine gracias al productor que apostó por él.

Jennie (1948), El tercer hombre (1950) o Estación Termini (1954) son otras de las obras maestras en las que el trabajo de Selznick fue decisivo para que sus respectivos directores pudieran dar lo mejor de sí.

Tráiler de Lo que el viento se llevo, producida por David O. Selznick

Dino de Laurentiis: El mago del cine italiano

Para ser justos, el nombre más relevante del cine italiano, que en los 20 años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial fue la cinematografía más admirada e imitada del mundo, fue el productor Dino de Laurentiis, que trabajó con casi todos los maestros de ese tiempo: Roberto Rossellini, Federico Fellini, Vittorio de Sica, Mario Monicelli, Giuseppe de Santis, Dino Risi …

Tras ser un nombre clave del neorrealismo y conseguir varios premios Oscar para Italia, en los años 60 apostó por las coproducciones internacionales, convirtiendo a su país en escenario de muchos éxitos de Hollywood, a donde acabaría emigrando en la década siguiente.

Su etapa norteamericana alternaría títulos exitosos y emblemáticos, como Serpico (1973) o Conan el bárbaro (1982), con otros que fracasaron en su momento pero que con los años conseguirían su colectivo de fans, como el remake de King Kong (1976) o Dune (1984).

Irwin Winkler: Entre Rocky y Scorsese

Nos encontramos ante uno de los mejores ejemplos de cineasta cuya trayectoria como productor es más interesante que como director, así como de productor que combina sin despeinarse proyectos tan comerciales como la saga Rocky con títulos de directores / autores con un estilo muy marcado.

Martin Scorsese llevó a cabo varios de sus mejores trabajos junto a Winkler, como Toro salvaje (1980) o Uno de los nuestros (1990), e incluso un autor europeo especializado en thrillers políticos como Costa Gavras, acostumbrado a un alto control sobre sus películas, estuvo a gusto con él en su incursión en Hollywood con El sendero de la traición (1988) y La caja de música (1989).

La carrera de Winkler se ha mantenido activa hasta la actualidad; sigue siendo productor habitual de Scorsese, con quien acaba de colaborar en El irlandés (2019).

Jerry Bruckheimer: El sueño americano con filtros de color

Uno de los nombres más destacados del Hollywood de los últimos 40 años es el señor Bruckheimer. Durante los años 80 fue el principal creador de la estética y de la filosofía del cine comercial de la década con títulos como American Giggolo (1980), Flashdance (1983), Superdetective en Hollywood (1984) o Top Gun (1986), historias de personajes que luchan por ser números uno en su profesión y alcanzar el sueño americano, que se convierte en una epopeya gracias a bandas sonoras de música tecno y fotografías de filtros para saturar los colores y hacerlos más intensos.

En los años 90 Bruckheimer vuelve a arrasar con Mentes peligrosas (1995), a priori una pequeña película dramática sobre una profesora de instituto en un barrio conflictivo convertida en bombazo gracias a su saber hacer, y a continuación define el nuevo cine de acción de Hollywood tras la decadencia de los grandes héroes ochenteros con La roca (1996) o Armaggedon (1998); continúan los filtros de color en la fotografía, mientras que en la banda sonora el sintetizador se sustituye por baladas de AOR (Adult Oriented Rock).

En el nuevo milenio, aunque a veces sus fórmulas parecen un tanto agotadas, como en Pearl Harbor (2001), todavía consigue marcar goles como la saga de Piratas del Caribe o las diversas variantes de CSI en la pequeña pantalla.

Joel Silver: El último héroe de acción

El promotor por excelencia del cine de acción y testosterona de los años 80 consiguió su primer pelotazo con Commando (1985), un título para el lucimiento de Arnold Schwarzenegger, y se convirtió, con permiso del señor Bruckheimer, en uno de los reyes de Hollywood con Depredador (1987), también con Schwarzenegger, Arma letal (1987) y La jungla de cristal (1988). Las tres dieron origen a sagas y la segunda y la tercera convirtieron a sus protagonistas en superestrellas del cine de acción.

Se puede decir que Silver catapultó a la fama mundial a un australiano hasta entonces no muy famoso fuera de su país y que se estaba intentando afianzar en el mercado norteamericano, un tal Mel Gibson, y a otro actor ya en la treintena y casi sin experiencia en la gran pantalla, encasillado por su papel en la serie televisiva Luz de luna, y con el handicap de la halopecia precoz llamado Bruce Willis.

Silver fue presentado como el canon del productor desalmado que producía cintas ultraviolentas, sin más interés que el dinero, en Gran Cañón (Lawrence Kasdan, 1991), un título humanista un tanto olvidado hoy en día, en el que Steve Martin interpretaba a un alter ego de Silver que se redimía tras estar al borde de la muerte.

Esta visión caricaturesca es básicamente injusta; no solo por el buen olfato del productor a la hora de apostar por buenos conceptos o por ver el potencial para la acción de Schwarzenegger, Gibson o Willis, sino por ignorar sus intentos de salirse del terreno fácil de la acción pura y dura, a veces con grandes fracasos como su comedia El gran halcón (1991), pero otras con enorme éxito, como su acercamiento a la ciencia-ficción con la saga Matrix.

Kathleen Kennedy: Mano derecha de Spielberg

Para cerrar los años 80, es imprescindible mencionar a la mujer más importante de Hollywood y al productor de cualquier género de mayor éxito comercial de la historia. Kathleen Kennedy es, junto con su marido Frank Marshall, una de las personas más próximas a Steven Spielberg, de quien comenzó siendo su secretaria personal. El título de Rey Midas de Hollywood atribuido a Spielberg es en realidad el resultado de un trabajo de equipo con la pareja Kennedy – Marshall, con la que el director de E.T. ha formado un sólido equipo desde En busca del arca perdida. Además del cine dirigido por Spielberg, Kennedy está, a través de la empresa Amblin productions, detrás de éxitos ochenteros tan importantes como Gremlims (1984), Regreso al futuro (1985), Los goonies (1985) o Quién engañó a Roger Rabbit (1987).

En el siglo XXI su colaboración con otros directores ha sido menos habitual, con excepciones muy notables, como Persepolis (2007), El curioso caso de Benjamin Button (2008), o los últimos episodios de la saga Star Wars, resultado de su fichaje por parte de la productora de George Lucas.

Harvey Weinstein: Hollywood se vuelve indie, o el indie se vuelve mainstream

La transición de la industria y del arte del cine entre los años 80 y la actualidad no puede ser explicada sin la distribuidora Miramax de los hermanos Weinstein, responsable de llevar a los autores independientes al éxito masivo. Los años 90 en Hollywood empiezan con el pelotazo de Sexo, mentiras y cintas de video (1989), una pequeña producción distribuida por Miramax que supone una total ruptura estética y temática con el cine de exito de los años anteriores y que demuestra las posibilidades comerciales de cintas muy modestas consideradas hasta entonces minoritarias. Este fenómeno explotaría con el principal descubrimiento de Harvey Weinstein, una rata de filmoteca y de videoclub que vive por y para el cine, que se llama Quentin Tarantino, y que se convierte en el gran referente de la generación X y en el buque insignia de la invasión indie en un nuevo Hollywood.

Tras el boom de Pulp fiction (1994), Weinstein conquista Hollywood renovando el terror adolescente de subgénero slasher con Scream (1996) y dando el espaldarazo a la carrera de casi todos los directores emergentes de la época: Gus Van Sant con El indomable Will Hunting (1997), Guillermo del Toro con Mimic (1997), Todd Haynes con Velvet goldmine (1998), Lasse Hallstrom con Las normas de la casa de la sidra (1999), o hasta Alejandro Amenábar con Los otros (2001). En el nuevo siglo continuó alternando el apoyo a autores independientes con grandes blockbusters como la saga de El señor de los anillos, aunque los otros artífices de esta última estén intentando borrar su huella del proyecto a raíz de los problemas de Weinstein con la justicia que han acabado en una larga condena de prisión.

Al universo ofendidito tal vez no le agrade la inclusión de Weinstein en esta lista porque piensan, como parte del equipo de El señor de los anillos, que la historia del cine debería ser reescribible y falsificable al gusto de la corrección política de cada momento. Pero lo cierto es que su nombre es clave para comprender los vasos comunicantes entre Hollywood y el cine indie y para explicar el cine de las últimas décadas.

Alain Sarde: el creador del cine gafapasta

No solo de Hollywood vive el cinéfilo; la existencia en la actualidad de un circuito paralelo de cines de versión original y de espectadores atraídos por el cine de autor se debe en buena medida a Alain Sarde, que ha trabajado con toda la plana mayor de directores de prestigio y ha transformado sus películas en productos comercializables para lo que podríamos llamar extensas minorías.

El listado de autores que han confiado en él es sencillamente increíble: no solamente abarca muchos de los mejores nombres del cine francés (Bertrand Tavernier, Claude Sautet, André Techiné, Jean-Luc Godard, …) sino que gracias a él David Lynch, prácticamente condenado al ostracismo a finales de los años 90, volvió por la puerta grande a principios del nuevo siglo, ungido como monarca supremo de los gafapastas, con Mulholland Drive (2001), y Roman Polanski triunfó entre el gran público y consiguió ganar el Oscar de Hollywood con El pianista (2002).

Kevin Feige: Rey del universo Marvel

Los problemas con la ley de Harvey Weinstein y la edad de jubilación en la que se encuentran ya Jerry Bruckheimer o Kathleen Kennedy convierten a Kevin Faige, nuestro último nombre en esta lista de los productores de cine más famosos de la historia,  en el actual buque insignia del cine comercial.

Feige creció con el cine de Spielberg y George Lucas y además era un fan fatal del universo Marvel, los pilares del Hollywood de nuestro siglo. Su carrera empezó a despegar con fuerza en 2000, cuando fue seleccionado como productor asociado del primer título de la saga de X-Men. A ello le siguió una trayectoria meteórica en Marvel Studios, empresa que preside desde 2007, y en la que ha sido responsable de todos los éxitos de la compañía: Avengers, Spiderman, Thor, Iron Man y largo etcétera.

El liderazgo comercial de Feige en el cine americano habitual es indiscutible, aunque, como le ocurrió en su día a Jerry Bruckheimer, le cuesta mucho alcanzar el prestigio y el reconocimiento del que sí disfrutaron en su momento Kathleen Kennedy o Harvey Weinstein. Black panther (2018) es hasta el momento su única nominación a los Oscar, aunque muy recientemente, en 2019, la Producers Guild of America le reconoció con su premio honorífico, que recibe el nombre precisamente de David O. Selznick. El círculo se cierra.