Crítica de Godzilla (2014)
La maquinaria sigue imparable en su afán por amasar más y más millones mientras empieza a dejar de lado unos mínimos de decencia creativa a la hora de presentar sus blockbusters más ambiciosos y esperados.
Godzilla es un nombre muy grande, con un legado brutal que se mancilló hace unos años con la visión de Emmerich (que personalmente me gusta mucho) y que necesitaba un refresh en toda regla. Warner Bros, Legendary y un montón de millones de dólares, rumores y esperanza acapararon todo el protagonismo desde hace casi dos años.
Enfrentarse a una película como Godzilla conlleva una serie de riesgos asumibles: un elenco mediocre, interpretaciones de segunda y mucha paja antes de llegar a un clímax que justifique la existencia de la película. Y todo eso se cumple con creces en Godzilla.
Pero, un momento, si todas esas circunstancias se dan en la película de Gareth Edwards, ¿es posible disfrutar del nuevo rey de los monstruos? La respuesta es un rotundo sí.
Edwards, responsable de Monsters, una película que cuenta con un buen número de seguidores pero que por esta casa no es bien recibida, decide jugar sobre seguro ofreciendo laboratorios llenos de japoneses con batas blancas, luces de emergencia, radiación y toneladas de estilo, recordando al JJ Abrams de Super 8 más que al Reeves de Cloverfield. Aunque al final aquellas jugadas salieran más redondas, no cabe duda del talento y la valentía de un director capaz de dar un portazo en tus narices cuando hay un monstruo gigante haciendo… bueno, de las suyas, que tampoco hay que destripar la película para los que no quieren saber nada de los tráilers. Y bien que hacen.
Dejando de lado la mala elección de intérpretes y lo poco que nos importa lo que le pase a cualquier personaje de entre uno y dos metros de altura (insalvables errores de guión perezoso), Godzilla es el primer blockbuster de la temporada que sabe guardar las apariencias, aunque también guarde más de la cuenta al protagonista de la función.
4 / 5