American Horror Story: Coven
Antes de empezar a decir cosas bonitas de la tercera temporada de la serie de Brad Falchuck y Ryan Murphy, me gustaría aclarar que no soy ningún fanático de las dos primeras temporadas.
La primera, una suerte de Bitelchús serio, contaba con una primera mitad de temporada ejemplar que iba deshinchándose poco a poco hasta convertir lo que parecía una serie rompedora en algo mucho más común y vulgar de lo que parecía.
Su segunda temporada, mucho más elaborada, desatada y cruel, pecó más o menos de la misma pérdida de interés en su ecuador, aunque mantenía mejor el tipo gracias a su localización.
Pero, amigos, yo no estaba preparado para disfrutar de una temporada de AHS tan divertida, desenfadada, gore y chispeante.
American Horror Story: Coven es rápida, no necesita de subtramas que distraigan al espectador, (aunque las haya), es tan sexual como cabría esperar después de las monjas del diablo y, sobre todo, la más violenta de todas. Sería incapaz de enumerar las judiadas gore que se ven a lo largo de sus trece episodios, pero desde el prólogo del primer capítulo asistimos alucinados a una galería de horrores y torturas absolutamente maravillosos. El aquelarre podría dar lugar a pensar en una temporada blandita desarrollada en una academia para brujitas, pero nada más lejos de la realidad. El buen gusto por lo salvaje y los guiños al pasado, como el prólogo del último capítulo, que es oro puro, dan forma a una temporada ejemplar.
Y luego están las niñas, ay.
Taissa Farmiga (a la que vimos recientemente en Mindscape), la brujilla sensata, continua siendo una de las abanderadas de la serie, al igual que Evan Peters, en un papel mucho más complicado que el realizado en las dos primeras temporadas. Atención también a Emma Roberts, que si en Somos los Miller parecía una emo de buen corazón, aquí ejecuta sus funciones de perra del infierno con precisión de cirujano. Además, Gabourey Sidibe y Jamie Brewer completan el círculo mágico de nuevas generaciones de brujería.
A todo eso hay que añadir a las eficaces Sarah Paulson y Frances Conroy, al inquietante Denis O’Hare y, sobre todo, a los impresionantes fichajes de Kathy Bates y Angela Bassett, que arropan a la espléndida Jessica Lange y aportan categoría a una temporada que hay que ver para creer.
Si hace poco analizábamos la temporada de Hemlock Grove y aplaudíamos su valentía, lo cierto es que este aquelarre no deja en muy buen lugar a la serie de Netflix. Coven es más salvaje, desagradable e histérica que ninguna otra serie de televisiónde los últimos años. Pero, como dije arriba, si algo caracteriza esta tercera temporada es su locura. Una locura que recupera el “rumor” setentero que afirmaba que Stevie Nicks, de Fleetwood Mac, era una bruja, regalándonos un placentero bochorno en el salón de la mansión del aquelarre.
Una temporada que hará las delicias de los aficionados al más desvergonzado fantástico, llena de erotismo, sangre, amputaciones y situaciones inolvidables.
Si en la cuarta temporada (¿Circus?) se mantiene este nivel, no habrá lugar para la duda: AHS será un clásico de la pequeña pantalla.