Crítica de Amigo
Tras su presentación en el festival de cine fantástico de Sitges y sus premios a la mejor película, director y actor en el de Nocturna Madrid, llega Amigo, un cruce de thriller psicológico y de drama escabroso y trágico que se alza como uno de los títulos más destacados de la cosecha del cine español de este año.
Amigo de Óscar Martín
La filosofía de estas personas que dicen que valen más por lo que callan que por lo que cuentan a veces es aplicable a las películas. Amigo es un buen ejemplo de que a veces menos es más; el primer punto fuerte de la película es un grado de depuración narrativa al que habitualmente se llega tras una dilatada experiencia y que resulta insólito y doblemente meritorio en una opera prima. Esto se explica en parte porque el director, pese a ser este su debut en largos de ficción, tiene experiencia previa como documentalista y cortometrajista.
El reverso oscuro de Intocable
Con el savoir faire de un maestro, Óscar Martín nos sitúa ante una situación angustiosa, la de una víctima de una accidente que le ha dejado graves secuelas físicas y una gran dependencia de su cuidador, y nos ahorra las explicaciones. En un formato claramente cinematográfico, sin recurrir a flash-backs ni a otros recursos de sabor literario como monólogos explicativos, es el espectador quien debe construir, a partir de pequeños detalles, la historia anterior de estos dos personajes y sus sentimientos y su estado psicológico en la actualidad.
Pese a referentes inmediatos evocados por el argumento de la película, como Misery o Intocable, Amigo remite mucho más al cine de Claude Chabrol por su tensión sutil construida a base de pequeños detalles y no de golpes de efecto, o al de Roman Polanski por su ambientación en un espacio claustrofóbico donde los personajes no tienen más ocupación que hacerse la vida imposible el uno al otro. El tono del film, sin ser tan irónico como el de los referentes mencionados, sí transmite la opresión de una España negra a través de una ambientación vintage que no tiene ecos nostálgicos sino todo lo contrario.
Es evidente que el que un relato funcione con estos mimbres minimalistas requiere además de un buen trabajo de dirección de actores, en este caso llevado a cabo en dos registros muy diferentes; uno de los protagonistas, Javier Botet, debe construir el personaje a través del físico y otro, David Pareja, sí requiere una interpretación muy matizada, por llevar el peso de la historia y para transmitir el deterioro psicológico que sufre su personaje al no tomar su medicación. Ambos actores están espléndidos y esperemos que el premio obtenido en Nocturna, el festival de cine fantástico de Madrid, sea la avanzadilla de más.
Amigo confirma el buen año que vive el cine español en general y, junto con El hoyo, el género fantástico y de terror en particular.
Tráiler de Amigo (2019)