Crítica de No hay dos sin tres
El experto en dramas lacrimógenos Nick Cassavetes (El Diario de Noa, La decisión de Anne) se pasa a la comedia más disparatada con esta No hay dos sin tres, y da como resultado un conjunto con mucho más disparate que comedia.
Con un trío de féminas encabezadas por una Cameron Diaz que la última vez que recuerdo que hizo gracia fue en Algo pasa con Mary en el año 1998, y encasillada en su propia sonrisa desde hace un lustro, No hay dos sin tres es una de las películas más desconcertantes y peor ejecutadas en lo que llevamos de año.
Y no sólo por su reparto, ya que por lo menos Leslie Mann aguanta el tipo y nos hace esbozar dos o tres sonrisas en los 109 minutos (que bien parecen 109.000 horas) de metraje, y Kate Upton desde luego no ha sido contratada para actuar, y como recreación visual era una apuesta ganadora. Sino por ser presentada como una comedia que resulta tremendamente insípida, tediosa y aburrida, con escenas excesivamente largas y que no tienen ni la más mínima intención de aportar algo.
No te hará falta ver ningún tipo de tráiler para anticiparte a lo que va a pasar en cada momento, ya que se opta siempre por la salida más fácil y el chiste más infantil, reciclado y menos funcional que nuestros oídos hayan escuchado y nuestras vistas hayan sufrido. Situaciones esperpenticas, de vergüenza ajena, y una comedia con intención de ser feminista pero que en su trasfondo es netamente machista.
Un ama de casa ignorante e inculta, una abogada manipulable, y una rubia, cómo no, tonta. Frente a ellas, un hombre de negocios, millonario, inteligente y capaz de engañar a toda mujer que se le presente. Y si todo esto aún no te parece suficiente, tendemos a un grupo de tres mujeres para poder vencer a un hombre, ¿Os salen las cuentas?
Los clichés vienen en Dolby Surround 7.1, estarán en todos lados y no sabrás ni de donde vienen, dejándote totalmente atolondrado. A veces pensarás que vas a soltar una carcajada, pero pronto te darás cuenta de la triste realidad, no era otra cosa que un bostezo.
Cassavetes lo ha conseguido, estamos ante el mejor drama de su carrera, su película más triste, y la que más motivos te dará para salir del cine con lágrimas en tus ojos. Nuevo ejemplo de que el éxito no es sinónimo de calidad, ni la calidad es sinónimo de éxito.
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