Crítica de The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro
Que Sony apenas haya tardado un par de años en lanzar la continuación del reboot de su franquicia arácnida deja bien claro que había prisa y bastante material aprovechable (o sobrante) desde el primer día de rodaje de la anterior película.
Lo peor de The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, una plañidera hecha celuloide, además de su incapacidad para resultar entretenida, es que necesite siete guionistas para juntar secuencias random y utilice personajes que van y vienen sin más razón que facilitar el avance de la película hasta lo que podría ser el único golpe de efecto que la productora consiguiese con el personaje: presentar a los seis siniestros.
Apenas existen diferencias entre las dos películas que Marc Webb, uno de esos directores incapaces de dar un toque personal a nada, ya sea un videoclip de Green Day o una película supuestamente modernilla para hipsters del futuro (500 días juntos), ya que el director parece el más perdido de todos a la hora de situar a un personaje que se pasa la mitad de la película llorando (vestido de calle) y la otra mitad haciendo chistes bastante simpáticos mientras marea a los villanos (vestido de faena)
Esa bipolaridad no solo afecta a la cinta, también a todos los personajes: Gwen Stacy, May, Osborn, Electro… todos, lógicamente, tendrían motivos para ello, pero la verdadera razón de su comportamiento no es más que el desastre narrativo y argumental en el que se encuentran sumergidos.
Es una lástima que los responsables de la franquicia no se detengan más en las labores del hombre araña, porque probablemente estemos antes las intervenciones más acertadas del personaje, dialogando, para bien o para mal, con todos los villanos a los que debe enfrentarse día a día. Así, la primera secuencia, con la persecución al camión que conduce a toda velocidad Aleksei Sytsevich, presenta a un superhéroe que se desenvuelve de maravilla en su papel, llenando de humor y buen rollo la sala de cine. Hasta que el futuro Rhino desaparece de la película y volvemos a ser testigos de la idiosincrasia de Peter Parker, poco menos que un drama de domingo por la tarde en la tele.
Que no se hayan acobardado con el destino del amor juvenil de Parker, o que se muestre la indumentaria de algún personaje clásico que volverá loco a Parker en el futuro son más minipuntos a favor de una película donde sobra metraje y faltan ideas.
2 / 5