Crítica de Sombras tenebrosas (2012)

Tim Burton murió en el año 2000 y alguien encontró a un tío lo suficientemente idiota para peinarse como él y dejarse engañar. Esa es la única explicación que le encuentro a los resultados del cine de Burton desde el cambio de milenio y a partir de El planeta de los simios, porque el tío que bordó Bitelchús o La gran aventura de Pee Wee, el que tenía sentido del humor y de la decencia para dar luz verde a Cabin Boy y el director de los dos primeros Batman y Mars Attacks! se ponía detrás de producciones de medio pelo y grandes ambiciones del calibre de Big Fish, una de las películas más vomitivas que jamás se han hecho con la posible excepción de La vida es bella.

Después de Alicia en el país de las Maravillas y su billón de dólares, Burton -o su doble- podía hacer lo que le viniera en gana y su colega Johnny Depp le convenció para adaptar el culebrón sesentero Sombras en la oscuridad, que era un cruce entre Los Monster, Abigail y Dinastía.

El problema de la película se lo reparten la incapacidad de un director desgastado, incapaz de insuflar vida a un guión muerto de Seth Grahame-Smith -alerta naranja ante Abraham Lincoln: Vampire Hunter, otra colaboración de ambos- en el que se presentan a una serie de personajes y situaciones que no tienen peso en la trama, si es que hay una, porque esto ni es una peli de terror ni es una comedia ni es un culebrón: esto es un rollo.

Actores que entran y salen, hablan y fuman o beben y desaparecen -lo de Jonny Lee Miller es de traca- y que no transmiten nada, un tono indefinido que parece querer hacer gracia pero que se queda en el ascopena involuntario, diálogos que no van a ninguna parte y sobreactuaciones por parte de todo el elenco. Una película olvidable que nos hace temer por Frankenweenie, última oportunidad del director para volver a ser uno de los grandes, porque lleva más de una década muy alejado de Bitelchús o Ed Wood.