Crítica de Mustang
Antes de meterme de lleno en mi crítica de Mustang, permítame el lector que realice una breve disertación que no tiene que ver con la película en sí, pero que sirve de preludio a mi proclama, el mensaje que en último término quiero que quede grabado en la mente de quienes estáis leyendo esto: Mustang es una película de obligado visionado.
Con el tiempo he comprobado que de mi paso por la Facultad de Ciencias de la Información solo me he quedado con tres lecciones:
1- El periodista ha de evitar siempre que sea posible los matices valorativos e interpretativos.
2- Siempre que pidas un sándwich a la plancha en una cafetería, fijate en el aspecto y, sobre todo, en la higiene de la persona que te lo va a cocinar.
3- Todos deberíamos ser feministas. El feminismo debería ser lo normal.
El primer punto no lo he cumplido porque la subjetividad y la opinión es inherente a la labor de crítico de cine —dejaré la objetividad para cuando me fiche El chiringuito de Pedrerol. Oh, wait….—. Respecto al segundo, sinceramente, hay veces que las prisas y los escrúpulos son incompatibles. Pero el tercer punto es probablemente la mayor enseñanza que saqué de la carrera. Vivimos en una sociedad patriarcal y machista, esto es algo que todos deberíamos asumir para poder luchar contra ello en lugar de perder el tiempo en buscar réplicas a la afirmación, que solo nos llevan a convertirnos en unos posmachistas o en fans de Pérez-Reverte (uno de los culpables de desvirtuar el debate feminista con su uso generalizado del término feminazi).
Está claro que uno de los caminos para lograr que las sociedades cambien es el de la educación, la cultura y el conocimiento. Por eso es tan importante Mustang, película turca aunque por las cosas de la coproducción haya terminado representando a Francia en los Óscar, en los que está nominada como mejor filme en lengua no inglesa.
Mustang narra la historia de unas niñas huérfanas que viven enclaustradas en una casa apartada de un pequeño pueblo turco a los pies del Mar Negro, a la espera de que que sus tíos vayan concertándoles matrimonio apenas entren en la madurez. La historia está narrada con sencillez y naturalidad, sin grandes efectismos y prestando atención al mundo de las jóvenes, que crean una especie de comuna en la que los juegos infantiles van dando paso a los noviazgos y escarceos con los chicos del pueblo, que llevarán a los adultos de la casa a convertir la vivienda poco a poco en, literalmente, una prisión con sus rejas y barrotes. Todo para mantener la “virtud” de las niñas a salvo y que lleguen vírgenes al matrimonio.
Deniz Ergüven debuta en la dirección con esta película y se confirma desde ya como una de las directoras a seguir de la cinematografía europea. El mayor mérito de Mustang es su capacidad para transmitirnos su mensaje sin recurrir a los subrayados, mediante un elenco de actrices, las que interpretan a las niñas, creíbles y con una naturalidad que atrapa e implica al espectador en su drama, el de carecer de libertad para estudiar, para amar a quien quieran y ser lo que quieran ser.
Y consigue todo esto además empleando un tono de fábula que se agradece. Tanto por permitir seguir la historia con agrado por los toques de comedia (a pesar de lo terrible del trasfondo), como por llevarnos hacia ese final esperanzador que, aunque se nos muestra como real, nos deja ciertas dudas por lo inverosímil de lo acaecido en él.
Destacar, por último, la hermosa banda sonora de Warren Ellis, colaborador habitual de Nick Cave que se está labrando una interesante carrera paralela en la composición para cine con excelentes bandas sonoras como las de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford o The Road.
Mustang es una película valiente y necesaria. Cine que abre los ojos y remueve la conciencia y que, como decía al inicio de este texto, debería convencernos a todos de que ser feminista es necesario y el feminismo, lo normal.
4.5 / 5