Crítica de La promesa
Patrice Leconte es uno de esos cineastas que ofrece una de cal y otra de arena. Tras las magníficas ‘Le magasin des suicides’ y ‘Mi mejor amigo’, han venido títulos menos fuertes. ‘No molestar’, protagonizada por Christian Clavier, llegó antes a España pero ‘La promesa’, que ahora pasa por salas, se produjo un año antes. Basada en la novela ‘Viaje al pasado’ de Stefan Zweig, se trata del debut en inglés del realizador francés y que pasó por el Festival de Venecia, en el que se exhibió fuera de concurso.
Alemania en 1912, los ecos de la Primera Guerra Mundial empiezan a sonar. Un joven de origen humilde es reclutado como secretario de un rico empresario de acero. El joven poco a poco va escalando posiciones y empieza a visitar con frecuencia la residencia de su jefe, que ha enfermado y no debe salir de casa. Es una de esas visitas cuando conoce a su esposa, una mujer muy bella, reservada, leal y mucho más joven que su marido. Entre ambos surge la pasión pero la fidelidad hará acto de presencia y ese amor será puramente platónico. Sin embargo, los sentimientos serán muy fuertes y provocarán que ambos se hagan una promesa.
Zweig plasmaba en su relato original la sublimación del amor y las pasiones a destiempo. Friedrich Zeitz es un protagonista que debe mostrar entrega y dedicación de manera contenida. Un hombre que desea lo prohibido y que, debido a las honrosas lealtades, decide sublimarlo en una amistad. Charlotte Hoffmeister, la fiel y joven esposa, debe mostrar lo mismo desde una mirada femenina, en la que tiene que mostrar su posición de mujer casada y de una clase social superior. En medio de tales emociones se encuentra Herr Karl Hoffmeister, el empresario que intuye los amoríos pero que valora la fidelidad que ambos le mantienen.
Un relato expresado así suena magnífico, elegante, clásico, innovador. Sin embargo, Leconte no sabe calibrar el relato, provocando la total ausencia de química entre los dos supuestos amantes. Cierto es que esos sentimientos medidos los logran trasmitir Rebecca Hall y Alan Rickman, dos magistrales actores que hacen alarde de su buen hacer, el que falla en este terceto es Richard Madden, cuya ausencia de sentimiento provoca una gran descompensación en este triángulo amoroso. Su falta de carisma, de pasión e, incluso, de dudosa lealtad, provocan que se esté ante un elegante y correcto drama romántico de época es cuestión de forma pero no de contenido.
Hall y Madden no parecen enamorados, la entrega de él resulta forzada, lo que lastra los sentimientos que tiene ella. Esto provoca que esta propuesta se convierta en una decepción, sobre todo viniendo de un realizador que tan bien dosificó las pasiones en anteriores obras como ‘El marido de la peluquera’ o ‘Confidencias muy íntimas’. Lo que debería haber sido un filme con pedigrí, en la línea de magníficos relatos como ‘Deseando amar’, ‘La camarera del Titanic’ o ‘Lejos del cielo’, se convierte en una proposición fallida.
Una gran lástima, ya que su elegante puesta en escena y su cuidada ambientación hacen de ‘La promesa’ una delicia visual. Alan Rickman está esplendoroso y Rebecca Hall muy entregada. De hecho, ambos actores y los escenarios salvan a esta producción del desastre. Richard Madden habrá sabido aprender la lección, ya que después demostró ser un buen partenaire en ‘Cenicienta’, filme de degustación británica y en el que sí convenció. Un filme semejante al suspiro de una mañana invernal, caliente por dentro pero completamente gélido por fuera. ‘La promesa’ de Leconte no llega a cumplir su palabra.