Crítica de Proyecto Nim
¿Hay algo más bonito que un chimpancé chiquitín? Proyecto Nim no va de eso, aunque lo confirme. El último documental del ganador del ganador del Oscar por Man on Wire, James Marsh, es un descenso al abismo particular del pobre Nim Chimpsky, un monete al que arrebataron de las manos de su mamá para realizar un proyecto científico en la América hippie de los setenta.
A lo largo de sus rápidos noventa minutos, Marsh presenta a los protagonistas de un experimento fallido que pretendía educar a un monete en el seno de una familia, para intentar educarle como a un humano más. Pero no. Marsh decepciona al pasar de puntillas por un montón de detalles escabrosos para contar la historia de forma ligera, a pesar de su dureza, y el resultado es un poco como el cuento de la abuela. Eso sí, hay partes extremadamente crueles, como el momento en el que Nim crece y debido a su naturaleza salvaje, se pone fin al proyecto para olvidarse del animal y desentenderse de la manera más fría posible.
De lágrima fácil, puesto que los animales son más encantadores que nosotros, escoria en nuestra mayor parte, Proyecto Nim te estropeará la semana haciéndote sentir mal y despertando en cada uno una fuerte concienciación para con los animales. Supongo que ese era el objetivo del director, a pesar de que, salvo las entrañables imágenes de archivo, el resultado sea algo feo.
El problema del documental de Marsh es que la moraleja no va más allá de la tristeza de un animal al que no se le debió arrancar del seno de su madre, aunque algunos testimonios resultan reconfortantes por el amor que ciertos de los protagonistas demostraron por Nim, rompiéndonos el corazón al recordar tanto los buenos como los malos momentos.
Dejemos a los animales en paz de una vez y dediquémonos a lo que mejor sabemos hacer los humanos: joderlo todo.