Crítica de Iron Man 3
Podemos seguir creyendo. Ese es el detalle más esperanzador que saco del visionado de la tercera entrega de las aventuras del hombre de hierro.
Podemos seguir creyendo porque Marvel, que embolsó más de mil millones en sus arcas con las dos primeras películas sobre el personaje, no necesitaba seguir avanzando con pasos de gigante hacia el “mejor todavía”
Y podemos seguir creyendo porque Shane Black, uno de nuestros guionistas de cabecera y director de la inolvidable Kiss Kiss, Bang Bang, no se ha vendido al mainstream a pesar de parecer lo contrario.
Iron Man Three, colofón a una trilogía legendaria que ha permitido que el universo Marvel brille con luz propia en la industria cinematográfica, pone punto y final a una saga que ha sabido regenerarse con cada entrega, demostrando en esta ocasión, que la elección del guionista de El Último Boy Scout no era algo gratuito ni una elección manipulable para rodar una secuela amasamillones en punto muerto.
Lo mejor de Iron Man 3 es que se trata de una película 100% Black, alcanzando por momentos un tono de thriller de acción o de buddy movie (tranquilos, no desvelaré nada), que llevará al protagonista a terrenos vírgenes para él y más cercanos al de cualquiera de las creaciones anteriores del director.
El sentido del humor, presencia constante en las aventuras de Tony Stark, también muta en esta entrega. Los chistes autocoplacientes del protagonista y sus punchlines están ahí, pero en esta ocasión no hay sutileza (si es que la hubo) y sí una mala baba ácida, corrosiva, más en la línea de su debut como director, aprovechando que repite protagonista y que, por qué no, lo mismo puede parecer un spin-off de ésta como la tercera entrega que nunca firmó de Arma Letal.
Ahí reside otro de los grandes aciertos de la película: aquí estamos hablando de cine de acción, de buen cine de acción. Las coreografías SE VEN, la narración y las situaciones explosivas se suceden si apenas tiempos muertos y hay alguna que otra palabrota, otro detalle marca de la casa.
No sé si ya existía el término blockbuster de culto, ni que otra película definiría mejor esa calificación, pero eso es exactamente lo que me ha parecido esta desenfadada, desmitificadora y gamberrísima obra maestra.