Crítica de Interstellar
Han tenido que unirse dos majors, Warner y Paramount, para sacar adelante un proyecto como Interstellar, porque la odisea espacial de Christopher Nolan no podía hacerse de otro modo.
Diez son los títulos que ha dirigido el británico si contamos el corto Doodlebug, realizado un año antes de su aclamada (en petit comité) Following, y cada uno de ellos ha multiplicado hasta el infinito (como poco) la recepción del anterior. Cierto es que Insomnio fue un frenazo en seco tras la divertida Memento (todo lo divertida que pueda ser una película con la firma de Nolan), y que luego se puso muy (en) serio con Batman, pero no es menos cierto que cada una de las entregas del hombre murciélago tenía entre medias sus mejores obras: El truco final, Origen y su nueva y probablemente mejor película.
Los que tenemos en buena estima la defenestrada Contact, estamos de enhorabuena: Interstellar es ciencia ficción pura y dura, y al igual que en la película de Zemeckis, tenemos un drama personal entre padres e hijos como motor principal de la historia. La diferencia entre las dos películas radica en que ahora nadie se pone en contacto con nosotros, ahora estamos necesitados de un nuevo hogar ante el inminente colapso.
Interstellar no está rodada en tres dimensiones, de hecho es justo lo contrario. Nolan vuelve a recurrir al formato IMAX con los mejores resultados imaginables. Las tomas del espacio exterior son insuperables, pero también las del espacio interior. Y para eso no hace falta recurrir a las tres dimensiones: se necesitan cinco. Nada sorprendente si tenemos en cuenta la enorme ambición del director británico.
Casi tres horas para condensar un viaje irrepetible donde nada está de más y donde, además, Nolan se saca de la manga una preciosa elipsis en forma de cuenta atrás que define a la perfección sus intenciones y su película. Por si el poderío visual de la película no era suficiente, Hans Zimmer colabora con el que podría ser el mejor trabajo de su dilatada carrera, con un tono más jovial y a la vieja usanza que sus habituales golpes de bocina. Junto a la brutal mezcla de sonido, el resultado es apabullante y más de un espectador decidirá taparse los oídos.
Nolan vuelve a jugar con sus clímax en paralelo, como hiciera en Origen, y sale muy bien parado gracias a un personaje inesperado que se convierte automáticamente en uno de los villanos más terribles de los últimos tiempos.
La madre de McConaughey tiene un Oscar en casa. No sería descabellado pensar una nueva nominación por Interstellar, donde además de cargar con el peso de sus tres horas, el texano deja para el recuerdo muy buenos momentos de felicidad impotente: la secuencia en la que visiona todos los mensajes de su familia es uno de los momentos dramáticos del año, y toda su interpretación confirma el enorme estado de forma que atraviesa.
¡Eureka!
Tráiler de Interstellar