Crítica de Last Man on Earth – Review Temporada 1

Con el último capítulo de la serie aún calentito, la comedia apocalíptica creada por Will Forte abre un mundo de posibilidades de cara a su confirmada segunda temporada, y lo único malo que puedo decir es que tendremos que esperar al año que viene para seguir viviendo las desventuras de Phil Miller, nuestro antihéroe favorito de la televisión.

Apoyada en dos colosos del nuevo cine como Phil Lord y Chris Miller (miren el nombre del protagonista), encargados del piloto y la producción, sus trece episodios, de apenas veinte minutos, Last Man on Earth refresca la sitcom gracias sobre todo a un protagonista inmejorable.

Phil Miller, único superviviente de un desconocido apocalipsis, sobrevive a duras penas en un mundo donde ya no queda nadie, hasta que una serie de acontecimientos pondrán punto y final a su vida nómada cuando regrese a pasar los días a su Tucson natal.

Con un sentido del humor negro y un protagonista tan hipócrita y egoista como cualquiera de los jefes que han pasado por The Office, la serie se coloca entre las aventuras de Los Picapiedra y cualquier intento de humor hipster, perfeccionando la fórmula y regalando un buen puñado de carcajadas por minuto.

El listón está alto, pero la última secuencia de la temporada promete aumentar los enredos y los líos del infeliz protagonista, y todo esto, además, haciendo que lo que menos importe sea el apocalipsis. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Qué ha pasado en el planeta? Ahí radica uno de los principales aciertos de LMOE, que nos importa un rábano lo que en otras series sería el punto de partida y eje central de la trama.

Miller es torpe, egoista y muy cabrón, pero la naturalidad con la que el extraordinario Forte aporta sus tics desatados (algún día se colocará a MacGruber en el lugar que merece) y nos pone en el lugar de un hombre al que le estropean el resto de su vida como Rodríguez, hace que todos seamos parte de ese Team Tandy que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar.

Sin risas enlatadas y con pocos medios (aunque estoy seguro de que barata no será), con una fotografía extraordinaria y un millón de enredos para tratarse de una serie que comienza como un sketch y que se ramifica en un mundo completamente a explorar, principalmente interior (no hablo de la ubicación, más bien del interior personal), donde los giros y las vueltas de tuerca nunca son como uno espera. Aunque lo haga.

Esperaremos una eternidad para seguir compartiendo planeta con Phil Miller, pero de momento nadie debería perderse estos 13 episodios de metáfora romántica, soledad y tantas risas como habitantes han desaparecido del planeta.