La evolución de las series de televisión, de Colombo a CSI
El sector de las series de televisión está en pleno auge en el siglo XXI. Hay que reconocer los grandes favores que súper producciones como 24, CSI y Lost han conseguido transmitir a futuras creaciones de cadenas internacionales que, a su vez, han aprovechado la posibilidad de ser vistas en otros países mediante el cable y satélites. No obstante, los valores clásicos de las series antológicas siguen sin trastocarse del todo.
A la hora de hablar de una serie sobre un personaje que resolvía crímenes, Colombo viene a la mente de todo amante del género casi instantáneamente. Ese perfil de detective algo irónico, ciertamente extraño y a menudo contrario a los estándares de la policía local nunca pasa de moda. Hemos visto ejemplos de todo tipo, desde su versión femenina con Se ha escrito un crimen hasta una versión ridícula con Psych. En la actualidad El Mentalista establece prácticamente los mismos patrones aunque tiene una personalidad tan simpática como irritante.
La constancia se mantiene por ejemplo en las sitcom, sólo que con temas más actualizados, tanto en problemática social como en tecnología. Por ejemplo sigue preocupando a quién llevar al baile de fin de curso como sucedía en los 80 con El príncipe de Bel-Air o Cosas de Casa igual que en la actualidad con las aventuras juveniles en Modern Family, sólo que ahora se publica en Facebook. Sí se ha notado una mayor diferencia de edad entre las sitcom de adolescentes y las de adultos, con preferencia por estas últimas. Los adolescentes y preadolescentes deben escoger entre series del tipo iCarly o Violetta y similares, mientras que adultos de todo tipo pueden disfrutar de una gran variedad de estilos con series como Dos hombres y medio o Cómo conocí a vuestra madre por poner ejemplos similares.
Los thrillers policíacos mantienen en parte la misma estrategia de antaño. Si Miami Vice o Canción triste de Hill Street llamaban la atención por la mezcla entre realismo y espectáculo, Hawaii 5-O y Rookie Blues hacen lo propio con la generación actual.
Ante esta situación se puede preguntar ¿es que nada ha evolucionado en las series de televisión desde los 70? Pues curiosamente es en los géneros donde más presupuesto es preciso invertir donde más notable es el cambio. La aventura épica ha alcanzado un nuevo nivel con Juego de Tronos o la también violenta Spartacus, sin olvidar la fidedigna históricamente Vikingos. La mencionada CSI ha revolucionado todo el procedimiento de investigación criminal y de ella se ha heredado tanto estrategias de resolución de crímenes como técnicas de espionaje, como se ha podido comprobar en The Blacklist o, en un sentido más narrativo, la tenebrosa The Following.
Siguiendo hacia un tono más sobrenatural, el terror y la fantasía han hecho olvidar las entrañables Monsters o Twin Peaks. Series como American Horror Story trastocan todos los límites en cuestión de sexo, magia y asesinatos, así como otras propuestas más “light” entusiasman a fanáticos de la fantasía y la ciencia ficción como Sleepy Hollow y Almost Human, respectivamente.
Pero no sólo la inversión presupuestaria resta credibilidad a las nostálgicas El Equipo A o El Coche Fantástico. También se ha modificado la moral imperante, aunque sigue siendo escandaloso que un personaje antihéroe rompa las reglas drásticamente. Sin embargo, son estos papeles los que quedan grabados para la historia y actualmente acaban de terminar dos claros ejemplos, tras largos años de entretenimiento. Cómo no, hablamos de personajes como los protagonistas de Dexter y Breaking Bad.
Por tanto, los valores tradicionales en las series de televisión permanecen inalterables. Pero cuando hablamos de géneros menos realistas y más espectaculares, hemos optado por la preferencia en exageración narrativa, escandalosas inversiones en efectos especiales y personajes moralmente cuestionables. Esa ha sido nuestra evolución.