Cine español: Las 10 películas españolas más importantes de los 70
Tras haber abordado los años 80 y los años 90, nos ocupamos ahora del cine español de los 70. Nombres como Carlos Saura, José Sacristán, José Luis López Vázquez, Luis Berlanga, y algún título esporádico de mitos como Luis Buñuel o Narciso Ibáñez Serrador figuran entre los más importantes de la década.
El mejor cine español los años 70: 10 películas clave
La censura franquista había mantenido al cine español dentro en un corsé y de una burbuja aislado de las tendencias internacionales, o donde estas llegaban muy diluidas. Hasta los años 70 existía prácticamente un solo género, la comedia popular de costumbres con o sin números musicales, es decir, la famosa españolada. El cine dramático o más ambicioso, que introdujera un componente de crítica social, en el caso de que no quedara mutilado por la censura, solía verse reducido a les escasas salas de lo que se llamaba entonces arte y ensayo.
La industria cinematográfica, vista con desconfianza por el régimen, estaba muy poco desarrollada, lo cual impedía que se exploraran otros géneros aparte de la comedia heredada del teatro, y la producción era en la mayor parte de los casos pobre y amateur. Naturalmente había excepciones y de ellas vamos a hablar.
A partir de la muerte del dictador en 1975, se vive una explosión de creatividad y una borrachera de libertad; la desaparición de la censura previa diversifica las temáticas y nace de la mano de una nueva generación de cineastas un cine mucho más realista, sin temas tabú, mucho más moderno y adaptado a la vida urbana, de diferentes géneros, incluso a veces cosmopolita y con influencia extranjera, como producto del cambio social que ha experimentado el país.
El cine metafórico de Querejeta y el underground
Sin duda el nombre más relevante de la década es el productor Elías Querejeta, responsable de los títulos más relevantes de los últimos años de la dictadura, un cine críptico que tiene que hablar de los problemas sociales y políticos del país a través de metáforas y que mantiene un estilo característico e identificable, al que se suma en cada película la personalidad de su director. Para no monopolizar la lista con títulos de la factoría Querejeta, hemos dejado fuera algunos tan importantes como El espíritu de la colmena de Víctor Erice o Furtivos de José Luis Borau.
En los últimos años de la década, esta factoría, aunque seguirá en marcha hasta los 90 con el descubrimiento de Fernando León de Aranoa, ha dado ya lo mejor de sí y la nueva tendencia que produce las mejores películas españolas es el nuevo cine urbano y underground, a veces politizado como el de Fernando Colomo en Tigres de papel, otras despolitizado, como el de Iván Zulueta o Bigas Luna, y otras a medio camino entre el compromiso político y el hedonismo, como el de Eloy de la Iglesia. Es en este ambiente alternativo de gran ciudad donde se gestan en estos años los cortometrajes de un empleado de Telefónica, Pedro Almodóvar, que dará el salto al largo en 1980 cambiando de nuevo la historia del cine español.
Veamos por orden cronológico la selección de películas más importantes del cine español de los 70:
10 películas españolas imprescindibles de los 70
Tristana (Luis Buñuel, 1970)
Tras el escándalo sucedido con Viridiana diez años antes, parecía muy improbable que Buñuel volviera a trabajar en su país de origen. Pero el proyecto de adaptar una obra no de las más famosas de Benito Pérez Galdós, uno de los autores fetiche del director aragonés, con quien compartía un humor irónico parecido, así como una mirada ácida y distanciada hacia sus personajes, lo trajo de vuelta a la España franquista rodeado de un equipo de viejos conocidos, entre ellos Catherine Deneuve, Fernando Rey y Lola Gaos. Tristana se rodó y se estrenó sin incidentes. La interrupción del exilio de Buñuel fue, no obtante, un episodio aislado al que siguió una vuelta a Francia para continuar con gran éxito la última etapa de su cine.
Frente a la provocación de Viridiana, Tristana es una obra de madurez, también cínica y llena de fetichismo sexual, pero mucho más hermética y contenida. Ni que decir tiene que el gusto por lo bizarro, tanto en los encuadres como en el tratamiento de los personajes, que mantenía a su director en la vanguardia a nivel mundial 40 años después de sus primeras películas, suponía un oasis en el cine español de aquel momento; es una obra profundamente española, que saca un gran partido a las calles de Toledo, pero con la marca del mejor cine de autor europeo.
Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1971)
Mientras el antiguo código Hays de censura de Hollywood regulaba escrupulosamente cada detalle de lo que se podía o no se podía ver en la pantalla, la censura franquista se regía por la arbitrariedad y el criterio personal de cada censor. Esto era un problema porque los cineastas no sabían a que atenerse, pero a veces tenía como ventaja que se le podían meter goles tan grandes como este, la primera obra maestra del cine sobre personas transexuales, o tal vez intersexuales. La indefinición entre los dos conceptos puede chirriar ligeramente en la actualidad, pero estamos hablando de un título de hace casi 50 años donde se trata con un enorme respeto al protagonista, se cuenta su vida insatisfactoria y reprimida como mujer, su transición a hombre y, otro aspecto muy moderno, la perspectiva de género con la que se narran sus dificultades en su nueva vida como varón a causa de la educación sexista que ha recibido.
José Luis López Vázquez abordó el personaje igualmente desde la empatía y sin atisbo de parodia en un cambio de registro que le confirmó como el actor más importante de su generación, puesto que su posible competidor, Alfredo Landa, no tendría ocasión de demostrar su versatilidad hasta la década siguiente con Los santos inocentes (1984). También para su director, Jaime de Armiñán, el film supuso un salto cualitativo y un nuevo rumbo en su carrera, apartándole de las españoladas que le habían ocupado hasta la fecha y moviéndolo hacia un cine más ambicioso. No obstante, solo una de sus peliculas posteriores, El nido (1980), otra obra bellísima, también rebosante de cariño por sus personajes y alejada de la corrección política, se puede considerar a la altura de Mi querida señorita.
Cría cuervos (Carlos Saura, 1976)
En éxito de taquilla dentro y fuera de España no es comparable, pero Carlos Saura fue el Almodóvar de los 70: el nombre de prestigio con el que se identificaba el cine español en el extranjero, habitual en todos los grandes festivales. Cría cuervos consiguió el premio del jurado en Cannes, la primera nominación de una película española a los Globos de Oro y un inesperado éxito de público en varios países gracias en parte al mítico tema Porque te vas, compuesto por José Luis Perales e interpretado por Jeannette, que suena varias veces a lo largo de la película y que se convirtió en canción del verano en Francia y Alemania.
Su gran talento convirtió a Saura en el buque insignia de la factoría del productor Elías Querejeta, el cerebro detrás de las mejores películas de la década. Se trata de obras intimistas que cuentan historias familiares dominadas por la tristeza, la incomunicación y el ensimismamiento, en clara referencia a la situación política de un país dormido por una larga dictadura. El contenido político era más evidente en otras obras del tandem Saura-Querejeta, como Ana y los lobos (1972) y sobre todo La prima Angélica (1973), cuyos espectadores fueron víctimas de ataques de los grupos ultras afines al régimen franquista.
El desencanto (Jaime Chávarri, 1976)
El documental más famoso de la Transición lo protagonizó la familia del poeta falangista Leopoldo Panero; su viuda y sus tres hijos aireaban sus trapos sucios familiares ante la cámara en una época en la que este tipo de comportamientos no se veían ni en la pequeña pantalla ni en la grande. Este retrato familiar disfuncional equivalía a levantar la alfombra de una sociedad franquista en decadencia y fue muy celebrada por ello, constituyéndose en uno de los títulos más prestigiosos de la factoría Querejeta.
Jaime Chávarri siguió colaborando con el productor vasco en A un dios desconocido (1977), que sorprende por la modernísima naturalidad con la que se trata la orientación sexual de su protagonista gay; su carrera, ya sin Querejeta, vivió altibajos en los 80, aunque todavía lograría reconocimiento con Las bicicletas son para el verano (1984) y un gran éxito de taquilla con el musical Las cosas del querer (1989).
Quién puede matar a un niño (Narciso Ibáñez Serrador, 1976)
La brevísima filmografía del genio de la televisión Narciso Ibáñez Serrador es una rareza fuera de toda corriente del cine español de su momento, en el que el terror se limitaba a los productos de serie B de Paul Naschy, Jess Franco y similares. Su primera obra, La residencia (1970), era un relato de terror gótico de esquemas convencionales, pero su segunda y última película se adentraba en una vertiente del fantástico poco explorada hasta entonces y profundamente perturbadora, en la línea de Los pájaros, la obra maestra de Hitchcock, y llevando el terror a una localidad turística bajo un sol abrasador opuesto a las brumas y la noche habituales del género.
Su enorme éxito en la pequeña pantalla apartó del cine a Ibáñez Serrador, pero no le impidió ser una enorme influencia para una generación posterior de cineastas nacidos o que eran muy jóvenes en esta época.
Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977)
Aunque ese debate esté hoy olvidado, en los 70 se hablaba mucho de la tercera vía, que sería un cine intermedio entre los dos extremos que suponían la comedia comercial o españolada y el cine de autor, entonces llamado de arte y ensayo. Se intentaba hacer un cine con contenido social que trascendiera el mero entretenimiento pero que llegara al gran público, un planteamiento coherente con la formación de la ciudadanía necesaria para la deseada transición a la democracia tras la muerte de Franco. El principal intérprete que puso rostro a esta tercera vía fue José Sacristán, uno de los nombres clave de la década, que aquí trabajaba a las órdenes de uno de los nuevos directores de esta corriente, José Luis Garci.
Asignatura pendiente logró un enorme éxito al plasmar de una manera agridulce y sentimental las frustraciones políticas y también personales y sexuales de una generación a la que la dictadura le había robado la juventud, así como la mezcla de esperanza y desencanto con la que una clase social acomodada de izquierdas, los llamados progres, vivió el cambio social producido en esos años, transformándose también ellos mismos al pasar de marxistas a pequeños burgueses socialdemócratas. Garci planteó un esquema muy similar en otros títulos como Solos en la madrugada, Las verdes praderas o Volver a empezar, el primer Oscar para el cine español; esta temática se quedó caduca con la consolidación de la democracia y, tras intentar reverdecer sus laureles sin mucha fortuna en Asignatura aprobada (1987), obvia referencia a la película que nos ocupa, se embarcó a partir de los años 90 en un cine vintage revisionista de los viejos clásicos de Hollywood.
Tráiler de Asignatura pendiente
La escopeta nacional (Luis García Berlanga, 1978)
Aunque Saura le gana en reputación internacional, en esa época a Berlanga se le considera dentro de nuestras fronteras como el gran maestro del cine español por las obras maestras llevadas a cabo en los 60. La muerte de Franco le permite hablar de sexo y de política sin ningún tipo de tapujos mezclando su propia mirada ácrata, irreverente y desenfadada con la acidez y el humor negro de su coguionista Rafael Azcona.
La escopeta nacional, que acabó convertida en trilogía por su gran éxito, pega un divertido y cáustico repaso a todos los estamentos sociales, y en particular a las fuerzas ya muertas de un régimen que se ha desmoronado, a través del estilo caótico de planos secuencia marca de su autor. Se podría considerar su última obra maestra, aunque no su último gran taquillazo, que fue La vaquilla (1985).
El diputado (Eloy de la Iglesia, 1978)
Eloy de la Iglesia fue el director más emblemático de la Transición: su cine inquieto, prolífico, provocador, erotómano, sensacionalista y político simboliza toda una época. En El diputado, la historia de un líder comunista que oculta su homosexualidad y que vive el rechazo de su propio partido mientras se organizan las primeras elecciones libres en una España en la que los ultras siguen dando palizas impunemente en las calles, conjuga con gran éxito todas sus obsesiones: el sexo, los tabús sociales, la lucha de clases y las drogas, todo ello con gran vocación comercial, poca sutileza y mucho gusto por la sordidez, pero gran autenticidad.
De la Iglesia, aficionado primero al cine fantástico y de terror, se convirtió en uno de los grandes nombres del llamado destape, el cine con carga erótica de la época, pese a lo negro y poco complaciente de su erotismo en La criatura, Los placeres ocultos, El sacerdote o La mujer del ministro, pasando luego al llamado cine kinki de delincuentes juveniles, con El pico o Navajeros, antes de que los excesos con las drogas lo apartaran a mediados de los 80 de la actividad profesional.
Bilbao (Bigas Luna, 1978)
Bigas Luna es el primer autor de lo que se puede considerar el cine underground español: un cine urbano, despolitizado, hecho por autores jóvenes para un público también joven, con mucha influencia de la televisión, el comic y la cultura pop anglosajona, con grandes dosis de sexo y de violencia, y de vocación comercial pero al mismo tiempo muy personal. Es su segunda película, Bilbao, la que pone al director en el mapa y la que define su estilo recargado, excesivo y provocador. Su propuesta, contar la historia en primera persona de un psicópata obsesionado por una prostituta desde su punto de vista, mostrando por lo tanto a la mujer como objeto, no sería planteable hoy en día y ya en su momento generó tanta curiosidad como rechazo, una constante en su carrera.
Al año siguiente Bigas estrena Caniche, un título todavía más sórdido y grotesco, también tangente con el cine fantástico sin llegar a serlo. Sus propuestas extremas llenan su trayectoria de altibajos; el punto más álgido de la misma sería el estreno de Jamón, jamón en 1992, en la que da a conocer a dos jóvenes actores llamados Javier Bardem y Penélope Cruz.
Arrebato (Iván Zulueta, 1979)
El título maldito por excelencia del cine español; fue un fracaso total en su estreno pero no tardó en empezar a convertirse en un mito que circulaba de boca a oreja entre los modernos de la época, lo que más tarde se llamaría la movida madrileña y los movimientos paralelos en otras ciudades. Su mito creció también por la desaparición pública casi total de su director, una promesa arrebatada por las drogas al igual que muchos artistas de su generación.
Se la podría considerar una obra de terror de autor que trata sobre una especie de película vampiro, dando una vuelta de tuerca a las historias de cine dentro del cine. Un título personalísimo con una atmósfera fascinante, pese a lo modestísimo de su producción, que muchas películas posteriores han intentado imitar.
También puedes consultar los siguientes listados del mejor cine español de otras décadas: