Crítica de La cordillera

Santiago Mitre dirige La Cordillera, un sublime y níveo thriller político. Los dobles juegos de su protagonista, interpretado magníficamente por Ricardo Darín, crearán un incómodo y claustrofóbico ambiente de tensión en el que nada es lo que parece.

Tras la sombra del poder

El escritor francés Alphonse de Lamartine dijo: “Las democracias observan más cuidadosamente las manos que las mentes de quiénes las gobiernan”. La política no un tema baladí, de eso sabe mucho Santiago Mitre. Sus dos anteriores filmes, ‘El estudiante’ y ‘Paulina’, supieron mostrar acertadamente las múltiples capas que comprenden, por un lado, la construcción de una carrera política y, por otro, cómo los propios ideales pueden volverse en contra. Mitre da el salto al cine más comercial con ‘La cordillera, mostrada en la sección Una Cierta Mirada del 70º Festival de Cannes.

Hernán Blanco lleva seis meses como presidente de la Argentina, se trata de un hombre hecho a sí mismo, que no procede de ninguna gran familia política. No se sabe si es justamente eso o un títere de los grandes poderes fácticos. Blanco tiene que acudir a una cumbre de presidentes iberoamericanos en Santiago de Chile, en el que se hablará de la unión petrolífera de la zona para convertirse en una posible potencia. En la cumbre, Blanco deberá apoyar la decisión de liderazgo de Brasil frente a los deseos de México de meter en asuntos de Iberoamérica al todopoderoso Estados Unidos. En medio de estas negociaciones políticas, Blanco tiene otro frente abierto, esta vez personal, puesto que el exmarido de su hija amenaza con publicar datos comprometidos de su vida íntima que pueden afectar gravemente a la imagen del gobierno argentino.

El complicado tablero de la política

La película declara sus intenciones rápidamente, introduciendo al público entre los pasillos del gobierno argentino. De esta forma, se crea una hipnótica percepción de estar viendo algo oscuro, una atmósfera ideal para una película que es mucho más que intrigas políticas, al mostrar un maquiavélico y turbio de juego de poder en el que la ambigüedad y el enigma son los principales factores de ventaja. Quizás, en ese sentido, su mensaje más ambicioso que el de ‘El estudiante’ o ‘Paulina’ y eso hace que la perplejidad y la inquietud estén presentes en buena parte del metraje.

Porque a la cinta se une un ambiente claustrofóbico en medio de los Andes, una especie de desapacible y níveo encierro en el que se muestra los juegos de la política entre presidentes, desde el cesarista presidente de Brasil hasta el cínico presidente de México pasando por territorio aparentemente más neutral como pueden ser las presidentas de Chile y Uruguay. En medio está un tipo que aparenta ser un títere pero que se desconoce hasta qué punto es capaz de tomar decisiones propias que jueguen a su favor. Ese es su punto fuerte, Ricardo Darín interpreta uno de sus papeles más extraños y complejos, el de un presidente que no se sabe a qué juega. Ya lo dice en una de las frases famosas de la cinta: “El mal existe y no se llega a presidente si uno no lo ha visto, al menos, un par de veces”.

Santiago Mitre cumple con un magnífico Ricardo Darín

En medio de este juego de ajedrez llamado política se torna uno más tenebroso y perverso, el del lado personal del presidente Blanco. Ahí entra en juego la hija del presidente, Marina, interpretada magníficamente por Dolores Fonzi, una mujer con trastornos mentales cuyo origen puede estar en el pasado familiar. Marina deja varios enigmas en el espectador: ¿Hasta qué punto es responsable de su desgracia? ¿Cuántos “cadáveres” ha dejado Blanco a su paso para llegar hasta el poder?

En esa doble profundidad, el espectador será testigo del ascenso de un hombre que parece un candidato ideal, de ideas claras y del pueblo, pero cuyas verdaderas intenciones son desconocidas. Más allá de ello, llama la atención que, pese a que son países iberoamericanos los que juegan al poder, finalmente es el todopoderoso Estados Unidos el que sale siempre ganando. Ya lo dice Christian Slater en el filme: “Nosotros inventamos el juego de poder”. Mitre asesta un duro golpe a la situación política tanto de Argentina como del resto de los países de Iberoamérica. ‘La cordillera’ se convierte en un sublime filme cuyas capas se ven envueltos para un claustrofóbico escenario, actores cuya nívea mirada se asemeja al más frío hielo e intrigas espeluznantes dentro del mundo político. Quizás no sea tan redonda como las ya mentadas varias veces ‘El estudiante’ y ‘Paulina’, pero se convierte en un interesante esquema del juego político a nivel global. Magnífica, Santiago Mitre no decepciona.

Tráiler español de ‘La cordillera

Crítica de La cordillera
  • Dirección
  • Guion
  • Interpretaciones
  • Fotografía
  • Montaje

Resumen

Quizás sea la película más comercial de Santiago Mitre, pero el director de 'El estudiante' y 'Paulina' sabe crear un potente thriller político en el que el juego de poder tiene tanta capas desconocidas que desconcertarán por lo espeluznante al público. Ricardo Darín vuelve a estar magnífico.

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Cinéfilos 4 (1 voto)
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