Crítica de El Silencio de la Ciudad Blanca
Javier Rey, Belén Rueda y Álex Brendemühl protagonizan el nuevo thriller de Daniel Calparsoro, una historia de asesinatos rituales localizada en Vitoria que salva los muebles pero sin sacar todo el partido de sus actores ni de sus escenarios de rodaje.
EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA de Daniel Calparsoro
Ya comentamos cuando estrenó su trabajo anterior, El aviso, que Daniel Calparsoro, tras su paso por la televisión, ha abandonado el cine de autor con el que comenzó su carrera y ha asumido sin complejos su condición de artesano del cine comercial aunque, eso sí, circunscrito al género que es evidente que le atrae más, que es el thriller.
El lado oscuro de Vitoria
El silencio de la ciudad blanca es un proyecto que apuesta sobre seguro al adaptar una trilogía literaria de éxito reciente de la vitoriana Eva García Sáenz de Urturi. Pero en cine a veces hace falta arriesgar un poquito, y esa falta de algún elemento personal o diferente es probablemente lo que no ha acabado de funcionar en esta producción.
Nos encontramos ante un asesino en serie que lleva a cabo crímenes rituales con un alto componente de sadismo, se anuncia que habrá próximas víctimas y la acción se centra en los policías que llevan la investigación. Las pistas van envolviéndoles cada vez más e implicándoles personalmente, sugiriendo que el asesino es alguien de su entorno.
Todo suena a cliché y a déjà vu, incluyendo los previsibles encuentros sexuales entre los dos protagonistas, Javier Rey y Belén Rueda, y los mensajes enigmáticos del personaje de Alex Brendemühl, que es evidente que sigue la estela del doctor Hannibal Lecter y sus muchos imitadores.
El punto fuerte que podría haber tenido la historia es la localización; la capital vasca ejerce, al menos nominalmente, el protagonismo de la historia, puesto que el asesino actúa en lugares emblemáticos de la ciudad, en fiestas y eventos también representativos y en familias de renombre para los vecinos del lugar. Este color local, que rompe con la hegemonía y la omnipresencia de Madrid en el cine español, y que podía haber dado una personalidad al relato que las calles madrileñas ya no tienen de puro gastadas por el cine, no acaba de funcionar. Calparsoro, catalán de origen pero criado en San Sebastián, ofrece una mirada ajena y distanciada, podría decirse que de turista, sobre la ciudad en la que transcurre la acción.
El resultado es un thriller correcto pero soso y rutinario; podría pensarse que no se puede pedir más a un producto probablemente pensado para incrementar la oferta de plataformas de televisión a la carta y entretener una tarde de domingo sin mayores complicaciones. No obstante, la mencionada El aviso, que tenía una estructura de historias en paralelo más trabajada y envolvente, nos recordaba que su director es capaz de más cuando cuenta con mejor material; esperemos que ese sea el caso la próxima vez.
Tráiler de El silencio de la Ciudad Blanca