Crítica de The D Train
Los directores Jarred Paul y Andrew Mogel debutaron tras las cámaras con una comedia independiente, ‘The D Train’, que fue presentada en el Festival de Sundance y que está protagonizada por James Marsden y Jack Black. Una propuesta autoral que se sale de lo normalmente propuesto en este tipo de comedia.
Llega la vigésima reunión de antiguos alumnos del instituto y Dan Landsman, un empresario anodino y padre de familia, se ha autoproclamado presidente del comité de antiguos alumnos para lograr reunir a la mayor parte de la clase y, con ello, hacer de este evento algo inolvidable. Por ello, quiere que a la reunión vaya Oliver Lawless, que era el chico más popular del instituto y que ahora es una célebre estrella de la televisión comercial. Su presencia ayudaría a que la gente se animara a asistir. Cuando retoma contacto con Oliver, éste decide llevarle de fiesta. Después de una sesión de drogas y alcohol, Oliver le muestra a Dan que le encanta tener sexo tanto con hombre como con mujeres, provocando que el antiguo chico popular del instituto tenga una noche de pasión con el anodino padre de familia. Este affaire provocará un cambio importante en Dan.
Paul y Mogel también firman un guión que parte de una premisa ya muy vista pero interesante. El hecho de que se recuperen relaciones del pasado y se tengan “regresiones de los comportamientos del instituto” desvela las consecuencias de los comportamientos en el instituto. En el caso de ‘The D Train’, se muestra benevolente con esa “parte popular”, en el sentido que muestra a un chico de éxito aunque vacío sentimentalmente. En contraste, el marginado de clase ha tenido también éxito pero su estima no es muy alta precisamente. Con ese objetivo, los directores pretenden mostrar que nunca se está a gusto consigo mismo y que la paja ajena suele lucir mejor.
Hasta ahí, interesante pero predecible. El giro argumental es cuando ambos mantienen relaciones sexuales, dejando unas consecuencias fatales más para Dan que para Oliver. Sin embargo, ahí es donde los realizadores no saben guiar la trama, creando un conflicto que podría haber sido resuelto, o evitado, de cualquier otra forma. De hecho, esta aventura finalmente queda en una anécdota que contar cuando se juega al “Yo nunca”.
Los adultos inmaduros, el no admitir el paso del tiempo y la desmitificación de las vivencias de la adolescencia en el instituto son temas que se han tratado mejor en películas como ‘Young Adult’ de Jason Reitman o ‘Beautiful Girls’ de Ted Demme. Esta historia, que debe tornarse en comedia dramática, no consigue ubicarse y decidir si quiere ser una historia seria o una cinta gamberra a lo ‘Malditos vecinos’. De esa forma, la cinta se queda en tierra de nadie, pese a unas buenas interpretaciones.
Se aplaude el hecho de tratar la homosexualidad de una forma respetuosa, y que una infidelidad con alguien del mismo sexo se tome con la misma naturalidad que si fuese con alguien del sexo contrario. Al menos, en esa parte, la cinta huye de estereotipos y chascarrillos fáciles. Restando eso, se está ante una obra bastante olvidable y que se ha quedado en buenas intenciones.
2 / 5