Crítica de Sin tregua

El mes pasado salía a la luz un pequeño escándalo en el cuerpo de policía local de Cerdanyola del Vallès, en Barcelona, cuando se filtró un video en el que dos agentes se graban bailando y conduciendo temerariamente mientras patrullan.

A los dos patéticos personajes se les abrió un expediente disciplinario de empleo y suspendió de empleo y sueldo.

Sin Tregua, una de las películas más aplaudidas de la temporada por la crítica internacional, no es un reflejo de este incidente, pero se le parece mucho, sobre todo durante las primeras secuencias.

 

La película del aburrido David Ayer (Dueños de la calle) empieza como el found footage que a lo mejor necesitaba el policíaco,  pero rápidamente se olvida del recurso para ofrecer escenas de transición y planos de situación hasta pasar a ser, en determinados momentos de la película, otra aburrida película de (flojos) personajes atrapados en un mundo sin tregua. El falso recurso del falso metraje encontrado no es lo único que molesta de una película llena de situaciones incómodas por razones extracinematográficas. End of watch es la película más fascista de la temporada y muestra un retrato de la ciudad de Los Ángeles crudo y letal, pero absolutamente racista: todos los personajes negativos de la película son inmigrantes. No hay negro o latino bueno en la película, y los personajes con estas características más positivos lo son porque lo reconocen después de perder peleas pactadas con la pareja de policías protagonistas, como en la ridícula escena del principio de la historia.

Jake Gyllenhaal y Michael Peña resultan irritantes y la película, que podría haber sido un crudo retrato policial hiperviolento, con secuencias de acción duras y salvajes, termina siendo un pastiche aburrido lleno de diálogos cargados de profundidad de chichinabo.