Crítica de Memorias de un zombie adolescente
La originalidad en el mundo del cine parece ya cosa del pasado, y a veces lo retorcido de las ideas, o la intención de copiarse unas producciones de otras, como el que no quiere la cosa, tirando la piedra y escondiendo la mano, llega a lo bizarro.
Memorias de un zombie adolescente posiblemente haya sido idea de un iluso del cine, que viendo la preponderancia actual del género zombie, y el éxito cosechado por la saga Crepúsculo, ha lanzado un híbrido entre estas dos especies dando como resultado un espectáculo que por momentos llega a generar vergüenza ajena.
Cosas más raras se han visto, sobre todo en este género, Mi novia es un zombie de Michele Soavi, ya coqueteó con la fórmula de la película que nos atañe, pero de una forma mucho más digna y sobre todo divertida.
No nos engañemos, nadie en su sano juicio irá a la sala a ver Memorias de un zombie adolescente con la idea de darse de bruces con un guion Eastwodniano, pero si con la intención de pasar un rato ameno con unos zombies que se han prestado muy bien a la comedia en los últimos años con ejemplos como Zombies Party o Zombieland.
Hoy en día, cuando los efectos especiales son el modus operandi de un gran porcentaje de cine estadounidense, no nos entra en la cabeza, por ejemplo, un maquillaje tan deleznable y soez como el de esta producción. Unos zombies con ojeras, un par de venas, un color entre azul y blanco y algunos, si eso, con lentillas, que hacen parecer a Los Zombies Paletos de Pericles Lewnes el Señor de los Anillos del género.
Nicholas Hoult como zombie romántico, simple y llanamente es lamentable, tan insípido como en Jack el Caza Gigantes, un muerto viviente absolutamente real, al que posiblemente no le habrá hecho falta ni maquillaje. Teresa Palmer, la novia del zombie, como clon rubio de Kristen Stewart, tan pésima como el otro y John Malkovich, a llenar su chequera, en un aburrido papel que parece en muchos momentos llevarle al bostezo.
Una historia de amor, entre unos zombies enamoradizos y los propios humanos. Muertos vivientes que se mueven por la pantalla de forma mediocre, con una primera mitad absolutamente soporífera y aburrida que no consigue hacer reir nunca. Los únicos aspectos positivos su banda sonora y unos quince minutos finales, por lo menos aceptables. Si Lucio Fulci levantara la cabeza…