Crítica de El último exorcismo parte II
Ni rastro de talento en la continuación de la historia protagonizada por la joven Nell, víctima de un exorcismo y alguna que otra satánica perrería en la brillante precuela. Todo lo que ofrece su secuela es digno de un directo a video de los flojos, con tufillo a secuela/imitación italiana desfasada de mediados de los ochenta.
Contábamos con que la calidad de la película se vería debilitada al abandonar el found footage (¿o era un mockumentary?) en servicio a una narración tradicional, pero no imaginábamos la escasez de ideas ni el aire burdo impostado, algo que sirve en este caso como descarado sistema de defensa, y se nota. Se nota mucho.
Nada salva de la quema a la secuela de El último exorcismo, porque se han perdido el estilo y el personaje principal, que no era Nell, en favor de continuar explotando el filón y tratar de cambiar de subgénero, poniendo en marcha un guión infame interpretado por actores muy malos. No hay sorpresas, ni ritmo, ni atmósfera. Y no quiero culpar a la ciudad de Nueva Orleans, porque aunque la secuela de Hatchet resultó decepcionante, la ambientación no era una excusa puesto que toda la saga se desarrolla en el mismo lugar.
Voy a decirlo bien claro: no me gusta el horror ambientado en la ciudad del vudú, porque nadie sabe hacerlo si se toma demasiado en serio. Y aquí hay mucho de eso. Eli Roth, productor de ambas, no debería estar demasiado contento con el resultado, aunque vistos los ambientes (cinematográficos) por los que se mueve nuestro viejo héroe, tampoco me sorprendería lo contrario.
Una película innecesaria a pesar de tener uno de los carteles más molones que se recuerdan.