Crítica de El hombre de acero (2013)

Corren malos tiempos para el Universo DC. El hombre de acero, como cabía esperar después de la avalancha de tráilers, no es más que un aburrido prólogo que finaliza con una jugada parecida a la de la tercera aventura de Daniel Craig como 007.

Goyer y Nolan se apoderan tanto de la excesiva e innecesaria gravedad de la tragedia del extraterrestre que ni siquiera Snyder aporta planos marca de la casa que se graben a fuego en la memoria.

El primer acto de la película, desarrollado en planeta natal del protagonista, tiene, cómo no, peleas cuerpo a cuerpo en las que se echa de menos el estilo (hortera y todo lo que quieran, pero más que claro) habitual del director, dejando unos borrosos planos, gigantes y en 3D,de barullo generalizado.

La historia, un reset lleno de (malas) ideas originales, que en realidad toman prestado lo peor de obras fallidas de antemano, como lo sobrante de la trilogía Matrix o lo más feo de Avatar, pasando por los pueblos apurados de Thor, tiene como protagonista a una irritante Lois Lane practicando otro tipo de metomentodo donde, además, su montaje torpe y confuso no ayuda a que mostremos el más mínimo interés ante lo que pueda pasar a unos personajes vacíos que pululan por ahí como la resistencia de Gordon en TDKR.

Abusando de la cámara al hombro, iluminada con tonos grisáceos que no le hacen ningún favor, sobre todo a contraluz, y con una ausencia total del sentido de la diversión, El hombre de acero se coloca como líder indiscutible en la lista de chascos estivales, allanando el terreno a las inminentes After Earth o Guerra Mundial Z. Ni los dragones, ni las ballenas ni los osos polares amenizan una película como El hombre de acero, por no hablar del terrible subrayado mesiánico, rimbombante y ridículo, de un dios de treinta y tres años que desciende de los cielos en posición de crucifixión.

Ya que siempre tengo frescas las tres primeras aventuras de Superman, siempre viene bien recuperar la ninguneada Green Lantern, una fallida película de superhéroes de la casa que, al menos, tenía mejores intenciones y un tono mucho más brillante y festivo.