Crítica de Déjame salir (Get Out)
Déjame salir (Get Out), es el gran sleeper del año con una taquilla de más de 215 millones para un reducido presupuesto de menos de cinco. Sin embargo, decepciona por desperdiciar una buena idea en un thriller psicológico de terror que resulta efectista y previsible. Su alegoría política y racial es muy evidente, en una película fallida y mal ejecutada.
Déjame salir (Get Out), una brillante idea mal ejecutada
El cine de terror es un género muy dado al taquillazo sorpresivo, conocido en la jerga cinéfila como sleeper. El paradigma fue El proyecto de la bruja de Blair, que con un presupuesto de menos de treinta mil dólares recaudó doscientos millones a nivel global. Otro ejemplo reciente es Paranormal Activity, que incluso dio lugar a una saga de cuatro películas. Déjame salir (Get Out) es el nuevo fenómeno del género. Con un presupuesto que no alcanza los cinco millones de dólares, lleva un botín a nivel mundial de más de doscientos quince, con su exhibición internacional todavía recién iniciada. Estamos, por tanto, ante el gran sleeper de lo que llevamos de año pero, ¿hay para tanto? La respuesta es un no rotundo.
Déjame salir —traducción torticera del original Get Out— es un thriller de terror que pretende alejarse de otras cintas del género, como las que hemos citado antes, en cuanto a su factura visual, con una narración clásica que cuida la forma a pesar de su reducido presupuesto. La presencia de los veteranos Bradley Withford —el inolvidable Josh Lyman de El ala Oeste— y Catherine Keener es desaprovechada. La actriz de Capote realiza una interpretación nada sutil que se aleja del buen hacer al que nos tiene acostumbrados. Se intuye que la responsabilidad hay que atribuírsela al director Jordan Peele, cómico de carrera mayormente televisiva que debuta en la dirección con esta película. Todas las interpretaciones son innecesariamente enfáticas, los personajes ponen constantemente caras de: «algo raro está pasando» o «estoy muy crazy y ya verás cuando descubras la verdad». Allison Williams es lo más acertado de la función, aunque probablemente se deba a su nula versatilidad. La actriz de Girls parece seguir en la serie de Lena Dunham, con sus aires de niña insoportablemente bien, consiguiendo así que su personaje sea el único que provoca inquietud y siembre algo de duda respecto a su verdadero fondo. Daniel Kaluuya, que da vida al protagonista, está horrendo. Si vas a conocer a tus suegros no puedes poner cara, desde que cruzas la primera frase con ellos, de: «sois más raros que la pizza de Nutella de Telepizza».
Cine de terror para cuñados
Hay quien ha visto en Déjame entrar una alegoría de los inquietantes tiempos que Estados Unidos afronta en la era Trump. Yo también he intuido que el director quería ir un poco por ahí. Pero si una idea está mal ejecutada, no es tarea del espectador —ni del crítico— asumirla y agrandarla. Peele realiza una película previsible y efectista, con un giro final que abandona el terreno del thriller psicológico para adentrarse en el fantástico más inverosímil. Es una pena, porque la premisa es buena —cuanto menos sepáis de ella antes de ver la película, mejor—, pero hay en Déjame entrar tal falta de sutileza y desprende tantos aires de «ojo a lo que te estoy contando», que provoca rechazo.
Una cinta fallida, cine de terror que no da miedo ni es veraz. Cine de terror para cuñados. Quizá por eso haya sido un éxito en Estados Unidos y puede que también lo vaya a ser en Europa. Porque el auténtico pánico, la verdadera amenaza no es Trump ni las diferencias raciales ni de clases. Ni siquiera el polo sin cuello que ha diseñado Antonio Banderas. No, la verdadera amenaza son los cuñados —o más bien, el cuñadismo—. Recomendación final: si queréis ver un buen thriller de miedo reciente, poneos Netflix y buscad La invitación. Y ahora, get out.
Tráiler de Déjame salir (Get Out)
Crítica de Déjame salir (Get Out)
- Dirección
- Actores
- Guion
- Música
Resumen
La premisa de Déjame Salir (Get Out) es prometedora pero Jordan Peele construye un thriller efectista y previsible. Apunta incluso a alegoría de la era Trump pero de forma torpe y manipuladora. Los actores están mal dirigidos. Imprescindible acudir a la sala sabiendo lo menos posible sobre el argumento.