Crítica de Contrarreloj
Contrarreloj es la nueva antepenúltima película de Nicolas Cage, astro empeñado en protagonizar todas las películas que se ruedan año tras año. Y de nuevo visitando Nueva Orleans, como ya hiciera en Corazón Salvaje o hace poco en El Pacto.
En esta ocasión, el mejor actor sin patillas de Hollywood, se mete en la piel de un ladrón al que un planazo le sale rana y da con sus huesos en la cárcel. Ocho años después, al volver a la libertad, sufrirá la amenaza de un antiguo colaborador, que intenta chantajear al héroe mediante el rapto de su hija.
Simon West, que ya dirigió a Cage en la notable Con Air, y que está en cartelera con la secuela de Los Mercenarios, opta por tomar el camino fácil y rodar un thriller comedido y discreto, sin tiempos para la locura transitoria habitual del protagonista y con acción de sobremesa.
Es de agradecer que en su tercer acto la cosa se desmadre un poco y aligere notablemente la resolución.
Para los fans de The Cage, una buena ración de discreción.