Crítica de Stoker
El esperado debut americano de Park Chan-wook ya está aquí… y resulta complicado encontrarle méritos más allá de la puesta en escena. El surcoreano, firmante de títulos tan aplaudidos como sus Sympathys, Thirst y Old Boy, se encomienda para ello al primer guión de Wenworth Miller, el protagonista de Prison Break (!), que presenta otro drama de suspense de ámbito doméstico, como ya hemos visto cientos de veces. La trama de Stoker, un título tan culebrero como la propia película, no se aleja demasiado de películas como Pasión Obsesiva, Durmiendo con su enemigo o De repente un extraño, y es con mucho el mayor defecto de la película.
Stoker se diferencia de un vulgar telefilme de sobremesa en su puesta en escena y la elaboración visual de la película, su verdadero punto fuerte, pero no es sufuciente a la hora de crear una intriga que se ve venir de lejos, sin sorpresas y que, además, llega a irritar al espectador al intentar embellecer un guión paupérrimo lleno de lugares comunes.
Las interpretaciones, histriónicamente contenidas, ayudan a que la película parezca tomarse demasiado en serio, rozando la pedantería, pero eso es algo que van con la propia película.
Puestos a debutar en terreno hollywoodiense y perder parte de sus señas de indentidad, prefiero cosas menos pretenciosas y mucho más eficaces, como El último desafio (The Last Stand), donde Kim Ji-woon no se complica y ofrece un espectáculo tan trillado como Stoker, pero bastante más honesto. Porque Stoker no parece una película de terror.