Crítica de Extraterrestre (2011)
Julio y Julia no se conocen el uno al otro, pero despiertan en la misma cama después de una borrachera de la que no recuerdan nada. Él se enamora al instante. Ella no. Y por si la situación no fuese lo suficientemente incómoda, Julio y Julia se dan cuenta de que un gigantesco ovni flota sobre la ciudad.
Extraterrestre es el segundo largometraje de Nacho Vigalondo, pero viendo la madurez y la templanza con la que narra esta pequeña gran historia, parece el decimocuarto. Con un reducido número de elementos -un apartamento, cinco personajes y una invasión alienígena- el director logra un pleno donde otros antes erraron el blanco, como las recientes Monsters o Skyline. Porque Extraterrestre es ciencia ficción, pero no. Aquí estamos ante una comedia romántica de enredo muy poco nacional, a pesar de las desiertas callejuelas madrileñas –para eso ya estrenaron La montaña rusa la semana pasada- que toma impulso en la ciencia ficción para reforzar la idea de la intrusión.
Además de una pareja protagonista ideal formada por Villagrán y Jenner -ojo a sus miradas, a sus manos-, hay que quitarse el sombrero ante el elenco de secundarios –si es que pueden denominarse como tales-, donde Raúl Cimas, alucinante y alucinado, brinda una interpretación portentosa encarnando al personaje más difícil de la función y al que se entrega en cuerpo y alma a base de mezquindad, inocencia, paranoia y amor.
Película que alaba el valor de la renuncia y que aplaude la retirada honrosa, termina por volverse amarga en el momento más dulce, gracias a un guión de hierro que funciona como un reloj suizo a la hora de airear las miserias del ser humano. Al igual que en otras catástrofes cinematográficas recientes, Extraterrestre refleja lo peor que llevamos dentro, pero en lugar de abarcar a la población mundial y los saqueos ciudadanos, se centra en tres o cuatro personas dentro de tres o cuatro paredes. Lo más alucinante del film es lo poco teatral que resulta teniendo en cuenta que apenas abandonan ese apartamento. Al final, con o sin marcianos, lo que más miedo nos da es la posibilidad de quedarnos solos.
Extraterrestre es la historia de una invasión y de una conquista exitosa: la del corazón.