Crítica de The Program: Ganar a cualquier precio
«Me pueden quitar mis títulos, pero no la satisfacción de los recuerdos».
Lance Amstrong
Una vieja máxima del periodismo amarillista —y que por desgracia en ocasiones se aplica al periodismo en general— reza: “no permitas que la realidad te estropee una buena noticia”. En el caso de Lance Amstrong, durante años, muchos medios pasaron por alto las acusaciones de dopaje que el corredor texano venía sufriendo. Greg Lemond —único estadounidense ganador del Tour de Francia— fue el primero en poner en duda la autenticidad de los méritos de Amstrong. Pero fueron los periodistas Pierre Ballester y David Walsh los que provocaron el inicio de su caída con el libro L.A Confidential: Los secretos de Lance Amstrong . En él narraban con todo tipo de detalles y testimonios de colaboradores directos de Amstrong la compleja y absolutamente planificada trama de dopaje que el corredor había empleado, con la ayuda del médico Michele Ferrari, para lograr convertirse en el mejor ciclista de la historia.
Muchos periodistas pasaron por alto las cada vez más claras evidencias de que algo estaba podrido en la Dinamarca que Amstrong había creado en torno a sí mismo. El ciclista había superado un cáncer testicular con metástasis en cerebro y pulmones para protagonizar el regreso al deporte profesional más sorprendente de la historia. A raíz de su enfermedad y posterior recuperación, Amstrong pasó de ser un ciclista especialista de carreras clásicas de un día —fue campeón del mundo en ruta en 1993 por encima de nuestro Miguel Indurain— a convertirse en el primer corredor de la historia capaz de ganar siete Tours de Francia. Su historia de superación era imbatible. Amstrong se convirtió en un ídolo en Estados Unidos practicando una disciplina sin tradición en ese país, a excepción del citado Lemond. Su leyenda no tenía mácula, sus pulseras Live Strong para obtener fondos en la lucha contra el cáncer se vendían por millones.
Por eso las acusaciones de L´Equipe se tomaban como una pataleta de los franceses por tener que ver año tras año cómo un yanqui acaparaba todo el protagonismo de la carrera por etapas más prestigiosa. La inmensa mayoría de la prensa y la práctica totalidad de los aficionados de todo el mundo no podían consentir que la realidad estropease la historia de cuento de hadas de Amstrong. Hasta que el 10 de octubre de 2012, la USADA (la agencia antidopaje de Estados Unidos) presentó ante la UCI (Unión Ciclista Internacional) el informe “Decisión razonada” en el que acusaba a Amstrong y a su equipo US Postal de utilizar “el sistema más sofisticado, profesionalizado y exitoso de dopaje jamás visto”.
Entonces todo cambió, el héroe era villano y la UCI retiró a Amstrong sus siete Tours el 22 de octubre de 2012. El ciclista intentó encauzar su imagen confesándose en una entrevista en el programa de Oprah Winfrey, pero ya no había marcha atrás. La misma maquinaria mediática que le había encumbrado a la condición de ídolo mundial descubría que el “no permitas que la realidad estropee una buena noticia” se había convertido en un “la realidad siempre supera a la ficción”.
El proyecto de rodar una película sobre Amstrong venía rondando por los estudios de Hollywood desde la época de bonanza del corredor. Matt Damon fue uno de los candidatos a interpretar al texano. Pero cuando el príncipe se convirtió en rana, el cuento de hadas perdió atractivo para los ejecutivos de la industria. Tuvo que ser la productora inglesa Working Tittle la que resucitara el proyecto en coproducción con los franceses de StudioCanal. Los productores eligieron a un director de prestigio con una dilatada trayectoria como Stephen Frears.
Artífice de obras maestras como Las amistades peligrosas, Café Irlandés o Alta fidelidad, Frears ha conseguido hacer suyo un proyecto en apariencia alejado de la temática habitual de su cine. O no. Porque si repasamos su filmografía, nos daremos cuenta de que en The Grifters (Los timadores) ya había explorado el mundo de los farsantes profesionales. O en Héroe por accidente diseccionaba la necesidad de los medios de crear ídolos aunque los pilares que sustentasen su historia fuesen, por decirlo suavemente, dudosos.
No diga Amstrong, diga Ben Foster
Por tanto, una historia como la de Amstrong se adecuaba como un guante al mundo de Frears. Y hete aquí el mayor pero de The Program. El director británico logra facturar un producto solvente, muy notable en su recreación del mundo de las carreras ciclistas. El montaje de The Program, en el que se mezclan escenas de archivo de carreras con las rodadas para la película, logra que el espectador se sumerja en el ambiente de la alta competición ciclista, olvidándose de que lo que está viendo es ficción. A ello contribuye decisivamente Ben Foster, actor de carácter, descubierto por los seriéfilos hace muchos años en la maravillosa A dos metros bajo tierra, que logra transmutarse en el personaje real como pocas veces recuerda quien escribe. Foster —de actualidad en las carteleras también gracias a Warcraft: El origen— se mimetiza físicamente con Armstrong hasta tal límite que al concluir el visionado uno tiene dificultades para recordar la cara del ciclista sin imaginar el rostro de Foster.
Pero Frears ha perdido la oportunidad de retratar algunos aspectos de la historia que hubieran dotado a The Program de mayor profundidad. Faltan aristas en este biopic. Es especialmente llamativo si tenemos además en cuenta que el guionista de esta historia es John Hodge, colaborador habitual de Danny Boyle. Su guion es correcto y sabe desarrollar los puntos principales de la trama de éxito y dopaje en la que vivió Amstrong, pero peca de unidimensional.
Aún así, es justo reconocer que The Program se sigue con atención incluso si ya se conocían las líneas generales de la historia real con anterioridad. Pero las tintas se cargan solo en Amstrong. Y aunque pueda ser lógico que se presente al ciclista como el gran villano de la historia, hay aspectos, como la relación de los medios de comunicación con los deportistas y el papel que tienen como ensalzador o enterrador de ídolos en función del viento que mejor sople para sus intereses, que apenas están presente en la película. Solo David Walsh cobra protagonismo, en este sentido, como principal perseguidor de la verdad que se escondía tras el ídolo de barro que era Amstrong.
Cabe imaginarse qué hubiera sido de una historia como la de The Program en manos de un Frears más incisivo. O directamente de un director distinto, por ejemplo Michael Mann, que supo explorar el sensacionalismo de los medios y las presiones a las que el periodismo de investigación se ha de enfrentar en su magistral El dilema (The Insider).
The program es una película que provoca la reflexión y que cuenta con un protagonista que se irá injustamente de vacío de todas las galas de premios. Lástima que la reflexión provenga mayormente de la fuerza de la historia real que narra y no de las virtudes cinematográficas de la película. A pesar de estos peros, sus virtudes logran que la experiencia resulte en líneas generales satisfactoria. Frears construye un retrato sobre la inquebrantable búsqueda del éxito a cualquier precio. Amstrong logró lo que la mayoría de mortales no conseguiremos experimentar jamás, disfrutar de la sensación del triunfo absoluto, de la fama absoluta, del prestigio absoluto. Su encuentro con el médico Michelle Ferrari —interpretado de forma bastante caricaturesca por el francés Guillaume Canet— le convenció de que podía llegar a ser el mejor ciclista del mundo. La pregunta que uno se hace, tras conocer la historia del texano, es la siguiente: ¿merece la pena conseguir 15 minutos de fama aun a riesgo de padecer la ignominia perpetua una vez seamos descubiertos?
Un consejo final: que no se levante ningún espectador hasta el final de los créditos finales. En The Program no hay escena post-créditos a lo Marvel, pero es aquí donde el compositor Alex Heffes ha colocado el que sin duda es el mejor tema compuesto para la película. Desde el “Himno a los caídos” de Salvar al soldado Ryan no recordaba unos créditos finales con un tema que justificase quedarse hasta que se enciendan las luces de la sala.
Crítica de The Program
- Dirección
- Guion
- Actores
- Música
- Montaje
Resumen
The program provoca la reflexión y cuenta con un protagonista que se irá injustamente de vacío de todas las galas de premios. Su guion es correcto y sabe desarrollar los puntos principales de la trama de éxito y dopaje en la que vivió Amstrong, aunque peque de unidimensional. No obstante se sigue con interés y destaca por su montaje y la recreación del mundo de las carreras ciclistas de élite.