Crítica de Rams (El valle de los carneros)
Sólo un gran acto puede provocar que una larga enemistad entre hermanos termine. ¿Cuáles son esos grandes motivos que pueden provocar ese inesperado acercamiento? Esa pregunta aparece en ‘Rams (El valle de los carneros)’, dirigida por Grímur Hákonarson y ganadora del premio a la Mejor Película en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes y de la Espiga de Oro de la 60ª edición de la Seminci.
RAMS de Grímur Hákonarson
En un valle de Islandia hay dos hermanos que llevan décadas sin dirigirse la palabra, ambos crían rebaños de carneros, como lo hicieron anteriormente sus ancestros. Sin embargo, este año será diferente. Una extraña epidemia ha provocado que cada una de las ovejas de la región enferme y muera. Por precaución sanitaria, las autoridades han decidido matar a cada uno de los carneros del lugar. Debido a que es una especie casi en extinción, esto provocará una pérdida medioambiental irremplazable. Eso lo ven ambos hermanos, que se verán obligados a dejar sus diferencias y unir fuerzas para evitar que todas sus ovejas sean sacrificadas.
El cine de Islandia es un gran desconocido en territorio español. Aunque este año vive un momento deslumbrante con títulos que están triunfando en festivales de todo el mundo como ‘Sparrows’ de Rúnar Rúnarsson, Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, o este mismo título.
En este caso, se cuenta una crónica de una causa perdida. Se trata de la lucha de la pequeña hormiga contra el gigante elefante. Hákonarson enseña una historia sobre la indiferencia ante la desaparición de costumbres y elementos propios de la región en pos de hábitos y costumbres importadas. Aunque el realizador se expande y muestra cómo lo propio, en este caso el carnero, queda reducido a minorías vetustas, que son las únicas que echarán en falta semejante símbolo, uno de los más identificativos para Islandia.
Y de ahí surge otra capa, la de ambos hermanos. Dos hombres ya en plena senectud que no se comunican y que las ovejas provocarán que ese muro se resquebraje. Las diferencias, sean cuales fueren, ya no importan. Los lazos volverán a estrecharse para evitar perder lo único que les queda: Los carneros. Sin embargo, son dos pequeños David luchando contra un gigante Goliat indiferente al entendimiento, la necesidad de mantener una identidad propia.
Como hizo Isao Takahata en la aplaudida ‘Pompoko’, donde unos mapaches tanuki unieron fuerzas para combatir a los humanos sin éxito, Hákonarson ha creado un relato de resistencia, de fraternidad, de reflexión sobre la propia existencia que se refleja en dos hermanos que son capaces de luchar a muerte por preservar a sus ovejas, porque sin ellas su vida no tiene sentido. ¿Quizás causa perdida? Puede ser, pero gallardo motivo que defender.
Con un escenario bello y níveo al unísono y diálogos austeros y directos, ‘Rams (El valle de los carneros)’ es una conmovedora y magnífica reflexión acerca de la propia existencia, de los valores propios y ajenos y una dignificación por una vida rural que, pese a lo atractivo de la metrópolis, tiene una esencia única que debe seguir perdurando. Una excelente propuesta que, pese a tener un aspecto lejano, provoca la fácil empatía con el espectador. El cine islandés está en buena forma y se agradece que lleguen propuestas inusuales y geniales como ésta.
Tráiler de Rams (El valle de los carneros)