Crítica de Mi panadería en Brooklyn

Gustavo Ron es uno de esos directores que puede catalogar, a día de hoy, de rara avis en el cine español. Su tipo de cine, a caballo entre lo comercial y lo de autor, puede calificarse, con el mejor sentido del mundo, de cuqui. Ya lo demostró con ‘Mia Sarah’ y ‘Vivir para siempre’. Ahora llega su tercer largometraje, ‘Mi panadería en Brooklyn’, que se convierte en una agradable experiencia glaseada.

Vivian y Chloe son primas y han vivido juntas desde niñas tras las trágicas muertes de sus padres. Su tía Isabelle se hizo cargo de ambas, criándolas bajo la pastelería que regenta en una coqueta calle de Brooklyn. Mientras que Chloe, ayudante de cocina en un famoso programa culinario, es más atrevida, Vivian es más tímida y sueña con hacer un viaje por toda Europa. Los sueños de ambas se verán truncados cuando su afectuosa tía Isabelle muera repentinamente. Pronto se enterarán que han heredado la boulangerie de su tía pero surge un problema, el banco les comunica que Isabelle contrajo muchas deudas en el pasado y deberán saldarlas si no quieren que el banco les arrebate el único legado familiar que les queda.

Es loable ver propuestas como ésta hechas por cineastas y actores españoles.Mi panadería en Brooklyn’ sabe mostrar ese aroma del clásico Nueva York que tantas veces se ha visto en el cine, siendo Woody Allen uno de sus máximos exponentes. Ron rescata también el alma del cine de Ernest Lubitsch y Nora Ephron. Aunque no hay que hacer comparaciones, puesto que ‘Mi panadería en Brooklyn’ juega en otra liga.

Con guión firmado por él mismo junto con Francisco Zegers, Ron ha decidido apostar por una fábula positivista, alejada de cualquier realidad dramática. Con lo cual, ‘Mi panadería en Brooklyn’ debe verse como lo que representa, una comedia agradable, feel-good y con sabor europeo pese a tener alma neoyorquina en cada trozo de tarta de zanahoria. Teniendo en cuenta lo que se va a ver, esta propuesta mantiene en todo momento su carácter amable, en el que las historias de amor están entre lo caótico y lo previsible y con ligeras dosis de villanos esperpénticos. Cierto es que, a diferencia de sus anteriores propuesta, al cineasta se le pasa, en algunos momento, el azúcar. También es verdad que la película funciona mejor cuando más arquetípica se muestra.

En ese sentido, ‘Mi panadería en Brooklyn’ está un nivel por debajo de otras propuestas europeas de igual amabilidad como ‘Bon Appétit’, ‘Pastel de pera y lavanda’, ‘El cumpleaños de Ariane’ o ‘Requisitos para ser una persona normal’. Aunque no por ello vaya a ser menos disfrutable esta merienda en una boulangerie de categoría, puesto que goza de unos actores protagonistas empáticos, auténtico descubrimiento el de Aimee Teegarden y Krysta Rodriguez, mención especial para el atractivo Ward Horton, cuyo papel es la estupenda contraparte de Teegarden. También destacar cómo Aitor Luna reluce una vis cómica que va a tono con la película y una Blanca Suárez italiana que le da un toque glamuroso a la cinta.

Con lo cual, ‘Mi panadería en Brooklyn’ es un agradable entretenimiento para pasar en una sala de cine. Amena y amable, es ideal para un momento ligero, ideal para ver entre amigos y disfrutar de este dulce con colores de tono pastel. Cierto es que la melaza, en cierto momentos, empalaga pero, el resultado final es ciertamente satisfactorio. Eso sí, hay que ser poco exigente en su visionado porque, ¿quién diría que no a un buen croissant francés artesanal?

Valoración de 'Mi panadería en Brooklyn'
  • Dirección
  • Interpretaciones
  • Guión
  • Fotografía
  • Música

Resumen

Con unas actrices en encandilan y Ward Horton como galán, esta comedia romántica es una agradable experiencia que puede empalagar a ciertos paladares.

3
Cinéfilos 4 (1 voto)
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