Crítica de Los miércoles no existen
La comedia de enredo española sigue en constante evolución. Este año ya se pudo ver con la alegre ‘Sexo fácil, películas tristes’ que ya demostró que hay una clara tendencia a crear un tipo de cine de comedia romántica donde se realce la belleza de su escenario, así como mostrar la cara más europea de lo que pueden ser las ciudades españolas. ‘Los miércoles no existen’ remarca beneficiosamente ese tipo de estética.
Patricia está cansada de César y le deja, él no ha olvidado todavía a su gran amor: Mara, que lo abandonó después de que éste le pidiera matrimonio. Aunque han pasado varios años de ello, él sigue pensando en esa relación. Su amigo Hugo le intenta consolar y quedan con Paula, que es la hermana de Irene, que tuvo una aventura con Hugo en vísperas de su boda con Pablo. Han pasado varios años desde ese desliz e Irene y Pablo viven de manera gris, a él le han despedido y conoce en una cafetería a Mara, con la podría tener una historia de amor si no estuviera casado todavía con Irene. Y es que los miércoles, cualquier cosa puede pasar.
Aunque sea la ópera prima de Peris Romano, lo cierto es que esta producción llevaba años cociendo a fuego lento. Después de dirigir cortometrajes y capítulos de series como ‘La sopa boba’ o ‘Impares’, decidió crear una película. Sin embargo, la falta de financiación hizo de ‘Los miércoles no existen’ una estupenda y divertida obra de teatro que ha conseguido, después de ser uno de los títulos más exitosos de la escena española, convertirse en ese esperado largometraje.
Y Romano lo ha cuidado casi al mínimo detalle ya que se está ante una de las propuestas más elegantes que se haya visto en el cine español en cuestión de escenario. El director, y también guionista de la cinta, se ha inspirado en las comedias románticas francesas para convertir Madrid en un petit Paris burgués con calles vivas, cafeterías y salones llenos de color y una fotografía muy cuidada. ‘Los miércoles no existen’ tranquilamente hubiera podido estar protagonizada por Adèle Haenel o Pierre Niney en vez de Andrea Duro o Gorka Otxoa.
‘Los miércoles no existen’ tiene unos diálogos propios de la comedia romántica, pero actualizados. Romano aleja a su producción de las típicas gracietas que han sido las protagonistas de la comedia española para darle un toque dramático que le aporta mayor trasfondo a su propuesta. Los enredos causan más sonrisas que carcajadas, puesto que su objetivo es ofrecer comedia inteligente y un momento entre amable y relajante a sus espectadores.
Lo único que no le permite ser redonda es quizás un excesivo metraje que le resta algo de frescura y demasiados momentos musicales que, aunque en varias ocasiones concuerde y se adecúe a la tramas, lastran un poco a la película debido a su duración. Pese a ello, es una pecata minuta ante una película que ha sabido traer la esencia francesa y reconvertirla a un aroma propio pero diferente, innovador.
Sus actores saben mantener la trama, aunque haya escenas que sobren. La trama coral se sostiene gracias a los excelentes Gorka Otxoa, Inma Cuesta y Alexandra Jiménez, que saben conjugar drama y comedia. Junto a ellos unos correctos William Miller, Andrea Duro y Eduardo Noriega, que son ideales partenaires de los anteriores nombrados. Nota aparte María León, que sólo aparece en el primer acto, hubiera sido genial verle más durante el resto del metraje.
‘Los miércoles no existen’ es tan amable como ‘Sexo fácil, películas tristes’ y un agradable precedente para continuar viendo más producciones de este estilo, completamente exportables a otros países del continente europeo. Puede no ser una gran obra maestra, pero nadie diría que no a una tarde de amigos con copas de vino.
3 / 5